Luis Antuñano
Varios gauchos en la pulpería conversan sobre temas de escritura y de fonética.
El santiagueño Albarracín no sabe leer ni escribir, pero supone que Cabrera ignora
su analfabetismo; afirma que la palabra trara no puede escribirse. Crisanto
Cabrera, también analfabeto, sostiene que todo lo que se habla puede ser escrito.
–Pago la copa para todos –le dice el santiagueño– si
escribe trara.
–Se la juego –contesta Cabrera; saca el cuchillo y con
la punta traza unos garabatos en el piso de tierra.
De atrás se asoma el viejo Álvarez, mira el suelo y
sentencia:
–Clarito, trara.
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