Carmen Martínez Téllez
Hacía frío, había llovido mucho y la humedad calaba.
En su hogar, con el calorcito, dormitaba y se sentía bien. De repente, un rayo de
sol penetró y sintió la necesidad de salir a disfrutar de lo que el exterior le
regalaba.
Lo primero que percibió fue el olor
a pasto recién cortado, ese aroma tan fresco que implica brotes de vida. El sol
le daba un calor delicioso que lo desamodorraba y le inyectaba energía para avanzar
en la aventura del descubrimiento de sensaciones, olores y colores de esa mañana.
Las hojas que caen en el otoño logran
que parezca que todo está alfombrado y crujen suavemente con las pisadas de las
personas; él no logra con su arrastre, sacar algún sonido; esta alfombra era color
bugambilia, del tono que recuerda las faldas de la vestimenta femenina en ciertas
partes de este país y en la barda trepaban sus ramas que combinaban los tonos verdes
con ese color violáceo.
Desde abajo, se arrastró hacia una
mesa de hierro forjado, sobre la que dormía un hermoso gato atigrado que no se inmutó
cuando se acercó, así que siguió con los ojos cerrados; en ese momento el pequeño
gusano se sintió atraído por las hojas rojas de la nochebuena que estaban surgiendo
y prometían generoso número de adornos navideños.
Del otro lado de la barda un alboroto
de risas le hizo notar que flotaban, frente a sus ojos, burbujas de jabón de diversos
tamaños y la voz de una pequeña criatura que, emocionada, gritaba con cada nueva
bomba de color. Era maravilloso cómo provoca alegría el solo oír la voz de un niño,
disfrutando del aire libre, el sol y las burbujas de jabón; gritando, emocionado,
cada que aparecía como por arte de magia, una nueva esfera húmeda y colorida, que
pronto explotaba en el aire.
Nuestro amigo rastrero descubrió
un chupamirto, con alas que revoloteaban a una velocidad increíble y que se mantenía
suspendido en el aire, mientras con su pico extraía la miel de las flores. Aquí
el avecilla tenía muchas de las cuales escoger, había rosas de diversos colores
(la más impresionante es la que llaman “luto de Juárez" por su oscuro tono);
había un cactus del que salía, muy erguida una flor amarilla con pequeños lunares
anaranjados; junto estaba un durazno sin frutos y a un lado, un arbusto que da flores
que parecen cepillos redondos y rojos y otros arbustos con flores rojas, amarillas,
rosas y mucho, mucho verde.
¡Qué maravilla es el respirar, el
poder utilizar nuestros sentidos para el disfrute de la vida!
Él, un ser tan pequeño y tan nuevo
en este mundo que está conociendo apenas, se asombró de verme aparecer, a mí, un
ave hermosa y rápida; volé y me posé cerca de donde él estaba; se embelesó mirando
mi plumaje, sus ojos penetraban todo lo que estaba cerca; yo también lo miré, me
intrigaba cómo se movía, me acerqué a él y entonces abrí lentamente mi pico que
se convirtió en una inmensa y oscura caverna que se le acercaba y de un solo bocado,
lo devoré.
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