miércoles, 25 de diciembre de 2024

A mi hermano

Alejandro Pérez Utrera

 

Éramos invencibles. No había derrota posible con nuestras capas poderosas de toalla casera. No había rascacielos de un metro inescalables ni cómo morir de hambre con veinte centavos de caramelos de anís. Ni una herramienta táctica nos faltaba en nuestros Baticintos: fornituras atravesadas de “tubos” con los que Ada y Estela se mal rizaban el pelo. Volábamos en calzones, temerarios, sobre el cuadrángulo del colchón. Tu mascarilla de Batman de media cara se proyectaba en la batinoche de La Merced. Yo era el Robin reumatoide que aspiraba a ser tú; tú, el Batman que lloraba todas las noches sangrándose la piel de tanto rascarse alergias sin cura. Ciudad Gótica, claro, apestaba a fruta podrida… anuncio siniestro de que El Guasón rondaba, ya en Topacio, ya en Roldán. ¿Qué batimadres haremos, Batman? (Me aterra ver dudoso a mi alter ego aun luego de haberse zampado cinco chicles Motitas de plátano). ¿Qué batiputamadre haremos, Batman? ¡Uf! Cuando Batman duda, todo está perdido. Hasta Robin, claro está.

 

No hay comentarios:

Publicar un comentario