José María Merino
Aquella mañana empezamos a ver las cosas más
claras: la complejidad del universo, la evolución de los seres vivos, que sobre
un punto de apoyo se podría levantar el mundo, que era la tierra la que giraba
alrededor del sol y no al contrario y, sobre todo, intuimos que la existencia
es un misterio indescifrable. No habían pasado ni dos horas cuando llegó el
guardia con la carta de desahucio: el casero había conseguido echarnos a la
calle. Nos vinimos a este lugar tan frío, tuvimos hijos. Del resto saben ustedes
mucho más que nosotros. El caso es que aquella mañana, en el desayuno, habíamos
compartido una manzana.
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