Marcial Fernández
Rudolf, con la cabeza
levantada y reclinado en su cadencioso cuerpo, la miraba con sus profundos ojos
verdes. Ella, esbelta y apetitosa, bailaba enfrente y en torno a Rudolf apenas
sin tocar el suelo. Él –es de suponerse– estaba en posición de ataque, con esa
nerviosidad serena que siempre le fue tan característica. Ella, seductora, como
si no se diera cuenta de la situación, seguía exhibiéndose alegre y
provocativa. Rudolf, entonces, de un solo movimiento atrapó entre sus fauces
gatunas a la mariposa, y, de dos mordidas, se la comió.
(Tomado
de www.ficticia.com)
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