José Luis Enciso
Ella
se apoderó de mis ojos, de mi deseo, de mi corazón; le fue fácil despojarme, entonces,
de mi voluntad y de mi billetera. Me hizo pedazos, primero; después, polvo. Avezada
en el manejo feroz de mi tarjeta de crédito, la utilizó para machacarme una y otra
vez. Y al último billete que yo guardaba, mi última reserva de dinero, lo usó como
turulo para esnifar las líneas que formó conmigo. Sus ojos ardieron, su cabello
se volvió el oro encendido más hermoso jamás visto. Entonces me sentí completo:
al fin era mía, por fin la estaba poseyendo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario