Rodolfo Luna
Aracné se tenía por la mejor
tejedora, no sólo de la tierra sino también del cielo. Palas consideró tal orgullo
digno de pena y para mostrar el error elaboró una tela, tan espléndida como amenazadora.
En la obra aparecían castigos impuestos por los habitantes del Olimpo a desgraciados
humanos. Su adversaria tejió en respuesta otro prodigio aún más impresionante donde
enlistaba culpas de los altos dioses. Sobrepujada, la Señora de la Guerra golpeó
a la mujer y ésta corrió a ahorcarse. Palas la condenó a vivir perpetuamente suspendida,
deforme y miserable. Pero el mayor triunfo de la artista sobre la deidad se dio
cuando, convertida ya en un diminuto monstruo de ocho patas, Aracné volvió a tejer.
No hay comentarios:
Publicar un comentario