viernes, 3 de noviembre de 2023

El trompo

Franz Kafka

 

Un filósofo solía frecuentar los lugares donde jugaban los niños. Y cuando veía a un chico con un trompo, se ponía en acecho. Apenas estaba el trompo en movimiento, el filósofo lo perseguía para atraparlo. Que los niños hicieran burla y procuraran alejarlo de su juego lo tenía sin cuidado, y era feliz teniéndolo prisionero mientras giraba, pero esto duraba sólo un instante, entonces lo arrojaba al suelo y se marchaba. Creía, en efecto, que el conocimiento de cualquier minucia, como por ejemplo un trompo que giraba sobre sí mismo, bastaba para alcanzar el conocimiento de lo general. De ahí que se desentendiera de los grandes problemas, que no le parecían económicos. Conocida realmente la minucia más insignificante, era conocido el todo, por lo cual se ocupaba sólo en el trompo semoviente. Y cuando se hacían los preparativos para hacer girar el trompo, tenía siempre la esperanza de que todo saliera bien y, si el trompo giraba, en medio de las carreteras sin aliento, su esperanza se tornaba en certeza, pero cuando se quedaba con el tonto trozo de madera en la mano, se sentía mal, y el griterío de los niños, que hasta entonces no oyera y que ahora, de súbito, le atronaba los oídos, lo echaba fuera de allí, y se tambaleaba como un trompo bajo un látigo torpe.

 

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