José Antonio Ramírez Lozano
El cementerio de la villa es ovalado. Las
gallinas del enterrador anidan en los nichos o escarban las tumbas frescas
hasta picotear los ojos de los difuntos pobres. Por noviembre, sus deudos y
familiares acuden al cementerio con hojitas verdes de perejil y se vuelven cada
cual con su cestita de huevos.
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