José de la Colina
Habiendo perdido a
Eurídice, Orfeo la lloró largo tiempo, y su llanto fue volviéndose canciones
que encantaban a todos los ciudadanos, quienes le daban monedas y le pedían encores.
Luego fue a buscar a Eurídice al infierno, y allí cantó sus llantos y Plutón
escuchó con placer y le dijo:
–Te devuelvo a tu esposa, pero sólo podrán los
dos salir de aquí si en el camino ella te sigue y nunca te vuelves a verla,
porque la perderías para siempre.
Y echaron los dos esposos a andar, él mirando
hacia delante y ella siguiendo sus pasos…
Mientras andaban y a punto de llegar a la salida,
recordó Orfeo aquello de que los dioses infligen desgracias a los hombres para
que tengan asuntos que cantar, y sintió nostalgia de los aplausos y los honores
y las riquezas que le habían logrado las elegías motivadas por la ausencia de
su esposa.
Y entonces con el corazón dolido y una sonrisa de
disculpa volvió el rostro y miró a Eurídice.
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