Ana Nicholson Leos
Me acuerdo perfecto de él cuando salía en un
comercial de esos chocolates que mordías y tenían
relleno
de colores. Quien adivinaba el color
del
relleno pedía un deseo. Salían él y otro actor güero. Antes de morder el chocolate pasaba una muchacha guapa y ellos
la veían. El güero adivinaba el color y Uriel se quedaba sentado,
triste. “¿Qué tan dulce es tu destino?”, y se acababa el comercial. Yo comía esos
chocolates por el comercial. Ni siquiera me gustaban. Él salía también en las
novelas. De las que pasan a las 6 de la tarde y son de un solo capítulo. Venden
esas series por temporadas y yo las compraba y veía sus capítulos una y otra
vez. Él actúa muy bien. Llora muy bien y es muy enfático. Me gusta mucho su cuerpo
y lo musical de su voz y sus movimientos. Mi mamá dice que es maricón. A mí no
me importa.
Conocí, buscando fotos suyas, a unas chavas
en una página de internet. Era un foro de estrellas de novelas. Había salas de
conversación por artista y por novela. Yo subí fotos de él al foro de Cántame
una canción, una teleserie en donde él salió una vez. Me comentaron mucho.
Había como seis chavas que lo conocían y nos hicimos amigas. Recorté y escaneé todo
lo que las revistas de novelas publicaban de él. Me enseñé a editarlas en la
computadora para subirlas al foro. Cada foto que estaba en internet estaba también
en mi pared. Hasta las más chiquitas.
Cuando Uriel sacó su disco decidimos hacer
entonces un foro nada más de él. El foro era como mi trabajo. Yo siempre era la más activa y me volvieron administradora.
Todo era para promover su disco: Soñador. También así se llamaba el primer sencillo. Era pop, pero tenía baladas rancheras.
Yo que fui cobarde y no me atreví
Hoy te veo volando desde que amanecí
Hoy soy soñador
De tus dulces labios, de tu cintura
Hoy soy soñador
De volverte a ver y decirte mía
Uriel
tiene la voz ronca, varonil, pero también delicada. Canta fuerte, a pesar de
ser delgado. Físicamente también es fuerte. Siempre se ven sus pectorales duros
a través de su playera. Siempre se viste con pantalones muy apretados. Está muy
guapo. Me gusta mucho su pelo y sus ojos, y un diente que tiene torcido cerca
de la comisura del labio. Se viste rockero porque es un rebelde tierno. Es
perfecto.
Pocos se enteraron
de
su debut como canta-autor. Él escribió tres canciones. Nadie nunca ha hecho un disco así, suena a nuevo. Es fresco y juvenil como dijo TVyNotas.
En
los agradecimientos de su disco
dice:
“A mis papás, a mis
abuelos,
a todos los que hacen
que
esto sea posible”. Es buena persona. Yo sabía que hablaba de mí, de nosotras. Yo compré cincuenta de
sus discos, con mi dinero, para regalarlos. Todos los días hablaba por lo menos
diez veces a diferentes estaciones a pedir “Soñador” en el radio. Ya me reconocían la voz. A veces me daba pena y me cambiaba
el
nombre. No pegó nunca la canción. Yo culpaba
a las
demás del foro. Nunca le echaron ganas. Son medio estúpidas.
El foro se me hizo poca cosa y mejor hicimos una página de internet. Y un día él puso
en su Twitter: “Chequen a mis soñadoras!!” y una liga a la página.
Él sabía
muy bien quién era yo. Yo ahí sentí que nos enamoramos.
Todo el día lo sentía. A veces él twitteaba
cosas que yo sabía que eran para mí. Señales para que nos viéramos. Una vez él me
mandó un mensaje por un sueño. Soñé que iba a un concierto suyo y él me llamaba,
de entre toda la gente, a subir. Porque yo era a la única que conocía.
Me tocaba la cintura. Me veía a la cara y me decía “Nos
amamos”. Las caras muy cerca, la boca le olía a canela, su mano en mi cintura. Y
todas se ponían muy celosas.
Teníamos que vernos. Tenía que pasar enfrente de él y que me reconociera de todos lados, que me dijera cuánto me amaba.
Antes lo
había visto en un concierto que dio una emisora de radio, desde muy lejos. Yo creo que él no me vio. También quería verlo muy de cerca, verle el diente, compararlo con sus fotos, verle los pantalones apretados. Dejé de hacer muchas cosas para saber qué hacía y en dónde
nos íbamos a ver. Mis papás
un
día se asustaron y me encerraron, me acompañaron a la escuela para que no me fuera a otro lado, pero se les
olvidó
muy pronto.
Yo
sabía que él vivía en Tlalpan
y
a veces me iba a buscarlo, aunque Tlalpan es muy grande. Cada día era más difícil saber qué hacía. No publicaban nada de él en ningún
lado.
Él casi no twitteaba. Yo me iba a Televisa a esperarlo y nunca lo vi. Me iba a horas de clases y a las diez de la
noche.
Es que
no me sabía sus horarios.
Dejé de soñar con él y supe que eso
quería decir algo. Hasta
que
llegó el día. Teresa, del foro, me dijo: “Uriel va a salir en un programa de concursos, ¿vamos?”. Y
fuimos. Era a las 4 de la tarde. Yo sabía que
teníamos que ir antes porque va mucha gente a hacer los aplausos y todo eso. Le
dije que nos fuéramos a las 6 de la mañana, antes del tráfico, pero ella no
quiso faltar a clases. Qué me
importaban las clases. Yo me salí a las 5. Llegué a las 6:30 porque di una vuelta para pasar por
Tlalpan.
Nos íbamos a ver. Había muchas filas para otros
programas que se llenaban y se iban. A la 1 llegó Teresa con cartulinas, fotos
y plumones para hacer posters. Yo no quise hacer eso. Después de mucho tiempo de
esperar, los guardias de seguridad nos dijeron que ese programa no tenía público
en vivo. ¿Y yo qué iba a hacer? Me tiré al piso, no podía creerlo. ¿Me vieron
desde la mañana y no dijeron nada? Yo quería cortarle la garganta a los
guardias, matarlos a todos. Pero me vieron muy mal y creo que alguien me reconoció
de la página y nos dejaron pasar a conocerlo.
Teresa chillaba, hablaba de la página. “¡URI, URI!”. Yo ya no pensaba.
Todo me olía a canela, la mano en la cintura, los pasos, las señales, las
letras de las canciones. Entonces llegamos al camerino. Todos le hablaban como si
fuera poca cosa. Yo sentía el corazón pegado a los ojos, el pecho hundido. Lo vi
a unos metros. Le vi la espalda, una camisa azul con rosas, calaveras y
pedrería bordadas. Cada paso que daba, un zumbido en las orejas, escuchando el flujo
de sangre ir a mi cara. Escuché su voz más alto que todo. Volteó a vernos. ¿Cuántos
colores puede tener un par de ojos? No me vio a mí sino a Teresa, por su escándalo.
Teresa tan vulgar con toda la cara del lobo de las caricaturas que le chiflaba a
la chica guapa pelirroja. “¡URI,
URI, URI!”. Los ojos fuera de sus órbitas, con
cara de querer babearlo, de perra frente a un pedazo de carne. Maldita idiota,
respirándole todo el aire. Uriel sonreía porque no podía escuchar, con los
gritos de la maldita loca, lo que yo estaba pensando.
Entonces el colmo. Y ya no pude más. Teresa
corrió a abrazarlo y hasta lloraba, la falsa asquerosa. ¿Con qué maldito derecho?
Y me le aventé, le clavé las uñas en los ojos, le mordí la cabeza, le pegué con
los puños lo más fuerte que pude, le estrellé la cara contra el piso, con toda la
furia de mi amor y con todas mis fuerzas. Fue todo muy rápido. Tenía que proteger
a Uriel de esa maldita vampira corriente. Pero me sacaron, nadie entendía aunque
se los explicaba una y otra vez. Me sacaron y vino mi papá por mí. A él ya no le
expliqué nada. Ahora me encierran mucho más y Uriel
todavía
no me da las gracias.
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