viernes, 14 de marzo de 2025

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Ana Nicholson Leos

 

Me acuerdo perfecto de él cuando salía en un comercial de esos chocolates que mordías y tenían relleno de colores. Quien adivinaba el color del relleno pedía un deseo. Salían él y otro actor güero. Antes de morder el chocolate pasaba una muchacha guapa y ellos la veían. El güero adivinaba el color y Uriel se quedaba sentado, triste. “¿Qué tan dulce es tu destino?”, y se acababa el comercial. Yo comía esos chocolates por el comercial. Ni siquiera me gustaban. Él salía también en las novelas. De las que pasan a las 6 de la tarde y son de un solo capítulo. Venden esas series por temporadas y yo las compraba y veía sus capítulos una y otra vez. Él actúa muy bien. Llora muy bien y es muy enfático. Me gusta mucho su cuerpo y lo musical de su voz y sus movimientos. Mi mamá dice que es maricón. A mí no me importa.

Conocí, buscando fotos suyas, a unas chavas en una página de internet. Era un foro de estrellas de novelas. Había salas de conversación por artista y por novela. Yo subí fotos de él al foro de Cántame una canción, una teleserie en donde él salió una vez. Me comentaron mucho. Había como seis chavas que lo conocían y nos hicimos amigas. Recorté y escaneé todo lo que las revistas de novelas publicaban de él. Me enseñé a editarlas en la computadora para subirlas al foro. Cada foto que estaba en internet estaba también en mi pared. Hasta las más chiquitas.

Cuando Uriel sacó su disco decidimos hacer entonces un foro nada más de él. El foro era como mi trabajo. Yo siempre era la más activa y me volvieron administradora. Todo era para promover su disco: Soñador. También así se llamaba el primer sencillo. Era pop, pero tenía baladas rancheras.

 

Yo que fui cobarde y no me atreví

Hoy te veo volando desde que amanecí

Hoy soy soñador

De tus dulces labios, de tu cintura

Hoy soy soñador

De volverte a ver y decirte mía

 

Uriel tiene la voz ronca, varonil, pero también delicada. Canta fuerte, a pesar de ser delgado. Físicamente también es fuerte. Siempre se ven sus pectorales duros a través de su playera. Siempre se viste con pantalones muy apretados. Está muy guapo. Me gusta mucho su pelo y sus ojos, y un diente que tiene torcido cerca de la comisura del labio. Se viste rockero porque es un rebelde tierno. Es perfecto.

Pocos se enteraron de su debut como canta-autor. Él escribió tres canciones. Nadie nunca ha hecho un disco así, suena a nuevo. Es fresco y juvenil como dijo TVyNotas. En los agradecimientos de su disco dice: “A mis papás, a mis abuelos, a todos los que hacen que esto sea posible”. Es buena persona. Yo sabía que hablaba de mí, de nosotras. Yo compré cincuenta de sus discos, con mi dinero, para regalarlos. Todos los días hablaba por lo menos diez veces a diferentes estaciones a pedir “Soñador” en el radio. Ya me reconocían la voz. A veces me daba pena y me cambiaba el nombre. No pegó nunca la canción. Yo culpaba a las demás del foro. Nunca le echaron ganas. Son medio estúpidas.

El foro se me hizo poca cosa y mejor hicimos una página de internet. Y un día él puso en su Twitter: “Chequen a mis soñadoras!!” y una liga a la página. Él sabía muy bien quién era yo. Yo ahí sentí que nos enamoramos.

Todo el día lo sentía. A veces él twitteaba cosas que yo sabía que eran para mí. Señales para que nos viéramos. Una vez él me mandó un mensaje por un sueño. Soñé que iba a un concierto suyo y él me llamaba, de entre toda la gente, a subir. Porque yo era a la única que conocía. Me tocaba la cintura. Me veía a la cara y me decía “Nos amamos”. Las caras muy cerca, la boca le olía a canela, su mano en mi cintura. Y todas se ponían muy celosas.

Teníamos que vernos. Tenía que pasar enfrente de él y que me reconociera de todos lados, que me dijera cuánto me amaba. Antes lo había visto en un concierto que dio una emisora de radio, desde muy lejos. Yo creo que él no me vio. También quería verlo muy de cerca, verle el diente, compararlo con sus fotos, verle los pantalones apretados. Dejé de hacer muchas cosas para saber qué hacía y en dónde nos íbamos a ver. Mis papás un día se asustaron y me encerraron, me acompañaron a la escuela para que no me fuera a otro lado, pero se les olvidó muy pronto. Yo sabía que él vivía en Tlalpan y a veces me iba a buscarlo, aunque Tlalpan es muy grande. Cada día era más difícil saber qué hacía. No publicaban nada de él en ningún lado. Él casi no twitteaba. Yo me iba a Televisa a esperarlo y nunca lo vi. Me iba a horas de clases y a las diez de la noche. Es que no me sabía sus horarios.

Dejé de soñar con él y supe que eso quería decir algo. Hasta que llegó el día. Teresa, del foro, me dijo: “Uriel va a salir en un programa de concursos, ¿vamos?”. Y fuimos. Era a las 4 de la tarde. Yo sabía que teníamos que ir antes porque va mucha gente a hacer los aplausos y todo eso. Le dije que nos fuéramos a las 6 de la mañana, antes del tráfico, pero ella no quiso faltar a clases. Qué me importaban las clases. Yo me salí a las 5. Llegué a las 6:30 porque di una vuelta para pasar por Tlalpan.

Nos íbamos a ver. Había muchas filas para otros programas que se llenaban y se iban. A la 1 llegó Teresa con cartulinas, fotos y plumones para hacer posters. Yo no quise hacer eso. Después de mucho tiempo de esperar, los guardias de seguridad nos dijeron que ese programa no tenía público en vivo. ¿Y yo qué iba a hacer? Me tiré al piso, no podía creerlo. ¿Me vieron desde la mañana y no dijeron nada? Yo quería cortarle la garganta a los guardias, matarlos a todos. Pero me vieron muy mal y creo que alguien me reconoció de la página y nos dejaron pasar a conocerlo.

Teresa chillaba, hablaba de la página. “¡URI, URI!”. Yo ya no pensaba. Todo me olía a canela, la mano en la cintura, los pasos, las señales, las letras de las canciones. Entonces llegamos al camerino. Todos le hablaban como si fuera poca cosa. Yo sentía el corazón pegado a los ojos, el pecho hundido. Lo vi a unos metros. Le vi la espalda, una camisa azul con rosas, calaveras y pedrería bordadas. Cada paso que daba, un zumbido en las orejas, escuchando el flujo de sangre ir a mi cara. Escuché su voz más alto que todo. Volteó a vernos. ¿Cuántos colores puede tener un par de ojos? No me vio a mí sino a Teresa, por su escándalo. Teresa tan vulgar con toda la cara del lobo de las caricaturas que le chiflaba a la chica guapa pelirroja. “¡URI, URI, URI!”. Los ojos fuera de sus órbitas, con cara de querer babearlo, de perra frente a un pedazo de carne. Maldita idiota, respirándole todo el aire. Uriel sonreía porque no podía escuchar, con los gritos de la maldita loca, lo que yo estaba pensando.

Entonces el colmo. Y ya no pude más. Teresa corrió a abrazarlo y hasta lloraba, la falsa asquerosa. ¿Con qué maldito derecho? Y me le aventé, le clavé las uñas en los ojos, le mordí la cabeza, le pegué con los puños lo más fuerte que pude, le estrellé la cara contra el piso, con toda la furia de mi amor y con todas mis fuerzas. Fue todo muy rápido. Tenía que proteger a Uriel de esa maldita vampira corriente. Pero me sacaron, nadie entendía aunque se los explicaba una y otra vez. Me sacaron y vino mi papá por mí. A él ya no le expliqué nada. Ahora me encierran mucho más y Uriel todavía no me da las gracias.

 

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