Rogelio Flores
You know the day destroys
the night
night divides the day
tried to run
tried to hide
break on through to the other side.
The Doors, Break on trough
No viene nadie, me dice, vas
con todo. Piso el acelerador y mi cuerpo se hunde en el asiento. Tacuba. Luz roja.
Donceles. Luz roja, 120 km/h. República de Cuba, 140 y subiendo. Tercer carril.
República de Perú. Un delicado movimiento al volante, derecha. Ahí están, tan seguros
los cabrones, con sus botitas blancas, muy formaditos y sonrientes. No se quitan
y no pueden concebir que lo haga, ni lo imaginan. Uno incluso sonríe y se atreve
a acercarse más. Plaza de Garibaldi. Da un paso, yo piso el acelerador. No puedo
apreciar bien su rostro, su sonrisa falsa se torna una mueca dolorosa. Sus huesos
truenan, la cadera y las piernas. Rebota en el cofre y me estrella el parabrisas.
El sombrero vuela. Un volantazo y me llevo a dos más. A chingar a su madre pinches
mariachitos putos. Los demás corren a la plaza. No viene nadie, me dice, pero písale
que no tardan en seguirte. Lateral Reforma. Gritos, la gente brinca, el espejo derecho
se estrella en las nalgas de un pendejo de esos que regalan papeles de los teibols,
un coyote pues. Bibip. Quiero café, café exprés. Subo el volumen. Luz roja. Alguien
viene, me dice, pero no son patrullas. Deben ser mariachis o taxistas, le comento
y me responde, en efecto. Break on trougth to the other side. Doy un amarrón
de poca madre, a la derecha. ¿Eje Uno o Guadalupe? Eje Uno, y te metes a Tepito
a ver si tan cabrones. Quinta. Break on trougth, break on trougth yeah. Me
mira satisfecho, te están perdiendo, me dice. Ocho cilindros pienso yo. Los calculo
lo suficientemente lejos y apago las luces. Fúmense ésta, cabrones. Vuelta a la
derecha. Sentido contrario, no hay pedo, me dice, no debe venir nadie en esta calle.
Tiene razón. Piso el clotch y el freno despacito, el motor murmulla hasta
que se queda callado y me orillo y apago el carro. Lo miro, con su mirada violácea
me dice, quiero café, abro el termo y doy un fuerte sorbo. Mis persecutores pasan
de largo. Sonrío. Preparo el equipo, tomo la cámara y la libreta, y el termo. Camino,
no muy rápido ni muy despacio. Unos cabrones se me acercan, me levanto el suéter
y miran la pistola, se dan la vuelta y yo sigo derecho. República de Ecuador. Una
mujerzuela se me aproxima y me excito con su perfume, pero no me puedo detener,
camino. Abro el termo, doy otro sorbo. Plaza de Santa Cecilia. Gente y luces de
ambulancia. Eje Central Lázaro Cárdenas. Compermiso, compermiso. Algunos lloran.
Dos sábanas cubren dos cuerpos, en una camilla atienden al tercero, lo suben a la
ambulancia. La policía, tarde como siempre. La señora de las trenzas prende unas
veladoras. Compermiso, compermiso. Usted no puede estar aquí joven, me dice un uniformadito
que cree que sabe lo que hace y lo que dice. Soy prensa oficial, le muestro mi acreditación.
Disparos, una, dos, tres, cuatro fotos. Nadie impide mi trabajo. Retiro la sábana.
El primer mariachito aún conserva su sonrisa falsa, le faltan dientes. La nata de
sangre negruzca le rodea como la aureola de un santo. Parece un santo, le acerco
una de las veladoras y disparo unas fotos muy bonitas. Siguen sin decirme nada y
escribo en mi libreta. El uniformadito se acerca solícito y me cuenta. Parece que
un sujeto borracho o drogado atropelló a estas personas a propósito, dándose a la
fuga y dejando a dos en calidad de occisos. Pregunto la marca del carro, al parecer
la unidad era antigua, tipo lanchón, aunque no se sabe si Galaxie o LTD.
Escribo que a bordo de un auto último modelo, un par de juniors perpetraron
los homicidios.
Recojo nombres, víctimas y testigos que juran haber
visto el auto. Me despido, el oficial me dice su nombre y pregunta en que periódico
aparecerá la historia. Tomo un taxi, a Bucareli por favor. En el café de chinos
termino de escribir la historia a mano, la paso en limpio en la redacción. Los
mariachis callaron. Qué buen título, dice el editor, sugiere un par de balazos.
Sádicos juniors atropellan a vernáculos, gran indignación en Garibaldi. Portada
en la edición de medio día. Regreso al café de chinos y pido de comer. Bistec con
chilaquiles y huevos estrellados. Una cucaracha camina en la pared, la mesera intenta
distraerme. Le pido un café y que me llene el termo. La cucaracha corre y se esconde
debajo de un calendario. La mesera sonríe y llena la tasa. Tiene las tetas grandes,
se me para. Carnicería Chávez agradece su preferencia y le desea un feliz año nuevo.
Parto el bistec. Me entretengo siguiendo a la cucaracha por la pared. Miro a la
mesera, la imagino desnuda y me toco debajo de la mesa. Reviento la yema de los
huevos y pienso en que van a necesitar maquillar muy bien al mariachi para velarlo.
Canturreo break on trougth to the other side. El chino de la barra me observa
misterioso. Amanece y pago. De nuevo un taxi, a Tepito por favor. Llego a mi carro
y lo limpio con una franela. Lo prendo y me voy a Peralvillo. Eres un chingón Mendizábal,
me dice, dame café. Abro el termo y doy un sorbo. Break on trougth. Beethoven.
“El deshuesadero del Termineitor”. Gloria Trevi vestida de diablito. Mi parabrisas
estrellado, se acerca el dueño. ¿Tendrás un parabrisas para este carro? Se rasca
la cabeza y dice que no, miente. Te lo puedo conseguir, me ofrece. Te lo encargo
mucho porque me urge. Pierde cuidado, a más tardar en dos horitas te lo tengo. Un
sorbo de café. Oye, le pido, te encargo muchísimo el espejo retrovisor original.
¿No quieres mejor uno nuevo? No, déjame el original, está medio pasado de moda pero
ya le agarré cariño, somos viejos amigos. Desprenden el parabrisas, despegan el
espejo y me lo dan, con su mirada violácea me sonríe, quiero café, me dice y doy
un fuerte sorbo.
(Tomado
de www.ficticia.com)
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