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jueves, 20 de febrero de 2025

Día de lluvia

Rabindranath Tagore

 

Las taciturnas nubes se amontonan sobre la oscura linde del bosque.

¡No salgas, hijo mío! Las palmeras alineadas en el borde del lago revuelven sus cabezas contra el cielo lúgubre; los grajos de alas tiznadas se callan en las ramas de los tamarindos y una oscuridad creciente invade la orilla oriental del río.

Atada a la cerca, nuestra vaca muge ruidosamente.

Espera aquí, hijo mío, hasta que la haya llevado al establo.

Los hombres se precipitan en los prados inundados para coger los peces que saltaron de los estanques desbordados. Los arroyuelos del agua de la lluvia corren por los estrechos senderos como esos niños traviesos que disfrutan escapando de su madre.

¡Escucha, alguien llama al barquero del vado! ¡Oh, hijo mío, se ha hecho ya de noche y no se puede cruzar el lago! Se diría que el cielo galopa rápidamente sobre la lluvia enloquecida, las aguas del río rugen impacientes y las mujeres han vuelto precipitadamente del Ganges con sus cántaras llenas.

Hay que preparar las lámparas para la noche.

¡No salgas, hijo mío! El camino del mercado está desierto, el sendero junto al río resbaladizo, el viento ruge y se debate entre las cañas de bambú como una alimaña cogida en una red.

 

lunes, 6 de enero de 2025

Despedida

Rabindranath Tagore

 

El arco dice bajito a la flecha, al despedirla: tu libertad es mía.

 

viernes, 28 de julio de 2023

El hombrecito

Rabindranath Tagore

 

Soy pequeño porque soy un niño.

Seré grande cuando sea tan viejo como mi padre.

El maestro me dirá: “Vamos, es tarde, trae la pizarra y los libros”.

Y yo le contestaré: “¿Pero no has visto que soy mayor como papá? No necesito más lecciones”.

El maestro quedará sorprendido y dirá: “Sí, puede dejar los libros, si quiere, porque ya es un hombre”.

Me vestiré solo y me iré a la feria, donde hay tanta gente.

Mi tío correrá hacia mí, diciéndome: “Te perderás, chiquillo, deja que te acompañe”.

Y yo le contestaré: “¿Pero no ves, tío, que ya soy mayor como papá? Quiero ir a la feria solo”.

Y mi tío dirá: “Sí, ahora puede ir donde quiera, ya es un hombre”.

Cuando mi madre vuelva del baño verá que estoy dándole dinero al ama, pues sé abrir la caja con la llave.

Me dirá: “¿Pero qué estás haciendo, infeliz?” Y yo le contestaré: “¿Pero no ves, madre, que ya soy mayor como papá y que debo pagar a mi ama?” “Es verdad”, pensará mi madre, “puede dar dinero a quien quiera, porque ya es un hombre”.

Mi padre volverá a casa para las vacaciones de octubre, y creyéndome todavía un niño me traerá de la ciudad zapatitos y vestiditos de seda.

Y yo le diré: “Dáselos a mi hermano mayor, padre, porque yo ya soy tan grande como tú”.

Y padre pensará: “Sí, puede comprarse sus vestidos él mismo, si así lo quiere, porque ya es un hombre”.

 

martes, 7 de marzo de 2023

El hogar

Rabindranath Tagore

 

Andaba yo solo por el camino que cruza los campos cuando, como un avaro, el sol poniente disimulaba la última brizna de su oro.

El día se hundía cada vez en una sombra más profunda, y la tierra, despojada de sus cosechas, se extendía silenciosa y desolada.

De pronto, una voz aguda se elevó en el aire, la voz de un chiquillo que, invisible, atravesó la densa oscuridad, dejando en la calma del atardecer el surco de su canción.

Su hogar se hallaba allá en el pueblo, al final del llano seco, después del cañaveral, escondido entre las sombras de los plátanos y las arecas, los cocoteros y los árboles del pan.

Interrumpí un momento mi solitario viaje, a la luz de las estrellas.

Contemplé a mi alrededor el llano oscurecido, que abrigaba entre sus brazos los innumerables hogares donde, junto a las camas y las cunas, arden las lámparas vespertinas, donde velan los corazones de las madres, donde las vidas jóvenes rebosan una alegría tan confiada que ignora su propio valor en la totalidad del mundo.

 

viernes, 17 de febrero de 2023

El héroe

Rabindranath Tagore

 

Madre, figúrate que vamos de viaje, que atravesamos un país extraño y peligroso.

Yo monto un caballo rubio al lado de tu palanquín.

El sol se pone; anochece. El desierto de Joradoghi, gris y desolado, se extiende ante nosotros.

El miedo se apodera de ti y piensas: “¿Dónde estamos?”

Pero yo te digo: “No temas, madre”.

La tierra está erizada de cardos y la cruza un estrecho sendero.

Todos los rebaños han vuelto ya a los establos de los pueblos y en la vasta extensión no se ve ningún ser viviente.

La oscuridad crece, el campo y el cielo se borran y ya no podemos distinguir nuestro camino.

De pronto, me llamas y me dices al oído: “¿Qué es aquella luz, allí, junto a la orilla?” Se oye entonces un terrible alarido y las sombras se acercan corriendo hacia nosotros.

Tú te acurrucas en tu palanquín e invocas a los dioses.

Los portadores, temblando de espanto, se esconden en las zarzas.

Pero yo te grito: “¡No tengas miedo, madre, que yo estoy aquí!” Armados con largos bastones, los cabellos al viento, los bandidos se acercan.

Yo les advierto: “¡Deténganse, malvados! ¡Un paso más y son muertos!”

Sus alaridos arrecian y se lanzan sobre nosotros.

Tú coges mis manos y me dices: “¡Hijo mío, te lo suplico, escapa de ellos!”

Y yo contesto: “Madre, vas a ver lo que hago”.

Entonces espoleo a mi caballo y lo lanzo al galope. Mi espada y mi escudo entrechocan ruidosamente.

La lucha es tan terrible, madre, que morirías de terror si pudieras verla desde tu palanquín.

Muchos huyen, muchos más son despedazados.

Tú, inmóvil y sola, piensas sin duda: “Mi hijo habrá muerto ya”.

Pero yo llego, bañado en sangre, y te digo: “Madre, la lucha ha terminado”.

Tú desciendes del palanquín, me besas, y estrechándome contra tu corazón me dices: “¿Qué habría sido de mí si mi hijo no me hubiera escoltado?”

Cada día suceden mil cosas inútiles. ¿Por qué no ha de ser posible que ocurra una aventura semejante? Sería como un cuento de los libros.

Mi hermano diría: “¿Es posible? ¡Siempre lo tuve por tan poca cosa!”

Y la gente del pueblo proclamaría: “¡Qué suerte la de la madre al tener a su hijo a su lado!”

 

miércoles, 1 de febrero de 2023

El fin

Rabindranath Tagore

 

Madre, ha llegado la hora de que me vaya. Me voy.

Cuando la oscuridad palidezca y dé paso al alba solitaria, cuando desde tu lecho tenderás los brazos hacia tu hijo, yo te diré: ‘El niño ya no está’. Me voy, madre.

Me convertiré en un leve soplo de aire y te acariciaré; cuando te bañes, seré las pequeñas ondas del agua y te cubriré incesantemente de besos.

Cuando, en las noches de tormenta, la lluvia susurrará sobre las hojas, oirás mis murmullos desde tu lecho, y de pronto, con el relámpago, mi risa cruzará tu ventana y estallará en tu estancia.

Si no puedes dormirte hasta muy tarde, pensando siempre en tu niño, te cantaré desde las estrellas: ‘Duerme, madre, duerme’.

Me deslizaré a lo largo de los rayos de la luna hasta llegar a tu cama, y me echaré sobre tu pecho mientras duermas.

Me convertiré en ensueño, y por la estrecha rendija de tus párpados descenderé hasta lo más profundo de tu reposo. Te despertarás sobresaltada y mientras mires a tu alrededor huiré en un momento, como una libélula.

En la gran fiesta de Puja, cuando los niños de los vecinos vengan a jugar en nuestro jardín, yo me convertiré en la música de las flautas y palpitaré en tu corazón durante todo el día.

Llegará mi tía, cargada de regalos, y te preguntará: ‘Hermana, ¿dónde está el niño?’ Y tú, madre, le contestarás dulcemente: ‘Está en las niñas de mis ojos, está en mi cuerpo, está en mi alma’.

 

lunes, 16 de enero de 2023

El cortejo invisible

Rabindranath Tagore

 

¡Oh!, ¿quién pintó tu vestidillo, hijo mío? ¿Quién cubrió tu delicado cuerpo con esta túnica encarnada? Por la mañana saliste al patio para correr y jugar, tambaleándote y cayendo a cada instante.

Pero ¿quién pintó tu vestidillo, hijo mío? ¿Qué es lo que te hace reír, capullo de mi vida? Tu madre te sonríe, de pie en el umbral.

Cuando ella bate palmas y resuenan sus brazaletes, tú bailas como un pastorcillo, la caña de bambú en la mano.

Pero, ¿qué es lo que te hace reír, capullo de mi vida?

¡Oh, pequeño mendigo! ¿Qué le pides a tu madre, colgándote de su cuello con las dos manos? ¡Oh, corazoncito insaciable! ¿Quieres que tome la tierra del espacio, como se arranca un fruto, para ponerla en la palma de tu breve mano? ¡Oh, pequeño mendigo! ¿Qué pides?

La brisa se lleva alegremente el tintineo de las campanillas que adornan tus tobillos.

El sol contempla sonriente cómo te vistes.

El cielo está atento a tu sueño cuando duermes en brazos de tu madre, y por la mañana se acerca de puntillas a tu cuna para besarte los ojos.

Las campanillas tintinean alrededor de tus graciosos tobillos y su alegre son se esparce con la brisa.

El hada de los sueños cruza el crepúsculo volando hacia ti.

La madre universal tiene su trono junto a ti, en el mismo corazón de tu madre.

Hasta ti descendió aquél cuya música sólo perciben las estrellas, y está tocando su flauta ante tu ventana.

Y el hada de los sueños cruza el crepúsculo volando hacia ti.

 

lunes, 2 de enero de 2023

El cartero malo

Rabindranath Tagore

 

Madre, di, ¿por qué estás tan callada y tan triste, sentada ahí, en el suelo? ¿No ves que la lluvia entra por la ventana y que te está mojando?

Oye, el gong está dando las cuatro y hermano tiene que volver ya del colegio. ¿Qué té pasa, di madre, por qué estás tan rara? ¿Es que no has tenido hoy carta de papá?

A todo el pueblo le trajo hoy el cartero una carta, yo lo he visto.

Sólo las cartas de papá se las guarda en un saco para leérselas él.

¡Madre! ¡Estoy seguro de que el cartero es muy malo!… Pero no estés triste por eso, madre. Mira, mañana es la feria del pueblo. Que vaya la criada y compre plumas y papel. Yo mismo te voy a escribir todas las cartas de papá. Y verás que no encuentras ni una falta.

Te escribiré derechito desde la A hasta la K… ¿Por qué te estás riendo, madre?

¿Tú crees que yo no sé escribir tan bien como papá?

Ya verás, yo rayaré el papel con una regla, y pondré mucho cuidado, y haré bien grandes las letras.

Y cuando concluya, ¿piensas que voy a ser tonto como papá, que echa las cartas en el saco de ese cartero feo?

¡Te la traeré yo mismo al momento y te ayudaré a deletrearla! ¡Ya sé que al cartero no le gusta darte las cartas más buenas!