Rabindranath Tagore
¡Oh!, ¿quién pintó tu
vestidillo, hijo mío? ¿Quién cubrió tu delicado cuerpo con esta túnica
encarnada? Por la mañana saliste al patio para correr y jugar, tambaleándote y
cayendo a cada instante.
Pero
¿quién pintó tu vestidillo, hijo mío? ¿Qué es lo que te hace reír, capullo de
mi vida? Tu madre te sonríe, de pie en el umbral.
Cuando
ella bate palmas y resuenan sus brazaletes, tú bailas como un pastorcillo, la
caña de bambú en la mano.
Pero,
¿qué es lo que te hace reír, capullo de mi vida?
¡Oh,
pequeño mendigo! ¿Qué le pides a tu madre, colgándote de su cuello con las dos
manos? ¡Oh, corazoncito insaciable! ¿Quieres que tome la tierra del espacio,
como se arranca un fruto, para ponerla en la palma de tu breve mano? ¡Oh,
pequeño mendigo! ¿Qué pides?
La
brisa se lleva alegremente el tintineo de las campanillas que adornan tus
tobillos.
El
sol contempla sonriente cómo te vistes.
El
cielo está atento a tu sueño cuando duermes en brazos de tu madre, y por la
mañana se acerca de puntillas a tu cuna para besarte los ojos.
Las
campanillas tintinean alrededor de tus graciosos tobillos y su alegre son se
esparce con la brisa.
El
hada de los sueños cruza el crepúsculo volando hacia ti.
La
madre universal tiene su trono junto a ti, en el mismo corazón de tu madre.
Hasta
ti descendió aquél cuya música sólo perciben las estrellas, y está tocando su
flauta ante tu ventana.
Y
el hada de los sueños cruza el crepúsculo volando hacia ti.
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