Marta Nualart Sánchez
Un grupo de seguridad formado por
integrantes de la Guardia Nacional, soldados del ejército, la marina y dos
patrullas de la Secretaría de Seguridad Pública escoltan al “objetivo” al
domicilio especificado en el sur de la Ciudad de México.
Se trata de la casa de una de las
periodistas más importantes del país: Pilar Jiménez, quien diariamente, en su
noticiero, denuncia a traficantes, capos de la droga, delincuentes de cuello
blanco y de todo tipo; políticos corruptos y hasta los traspiés diarios de la
presidencia.
“El objetivo” se llama Amalia Salgueiro y es una tenista de
talla olímpica de la región de las Rías de Galicia. Ellas –la periodista y la deportista– se conocieron hace
meses en Madrid en un evento periodístico internacional. En esa ocasión sobre
el tema –ya de por sí escandaloso– “Deporte, mujeres y violencia”, se revelaron campañas de abusos y de
discriminación hacia mujeres en el deporte y se hizo amplia difusión de los
casos.
De repente, las miradas de la periodista y
de la deportista se cruzaron por un instante: tan sólo con verse, ambas mujeres
firmaron un pacto, el pacto del deseo que culminó con una cita en la habitación
805 del hotel de la deportista. La periodista se hospedaba en el séptimo piso en
el mismo hotel.
Previamente, tomaron una copa
en
el bar;
la excitación y la tensión que existía
entre ambas miradas producía chispas… Tan sólo unas cuantas frases entrecortadas para acelerar el encuentro
en la habitación.
A pesar de las puertas cerradas a toda mirada ajena, y gracias a la
laxitud
de esas medidas de seguridad en un país neutral –y de asomarnos por el ojo de una cerradura
como
las de antes–, podemos saber que Pilar se dejó desnudar, casi inmediatamente, por la deportista, que ambas se despojaron de todo disfraz; que sus cuerpos, ni jóvenes ni maduros, pero deseosos, urgentes de placer, se rindieron al encanto de tocarse,
reconocerse, fundirse en un abrazo prometedor.
¿Cuánto dura una noche de placer para
figuras perseguidas por la noticia amarillista? Y por lo mismo, Pilar Jiménez y Amalia Salgueiro no concluyeron
su
historia íntima en la inmensa cama de la habitación
de ese hotel de Madrid.
Ellas siguieron comunicándose por medio
inimaginables:
videollamadas desde teléfonos ajenos, llamadas de voz infinitamente nostálgicas
a veces, sexualmente vívidas otras. La erótica
chispa
se percibía a distancia hasta que se hizo necesaria una vez más… una cita de amor.
Y así sucedió esta noche de viernes en la
casa del sur de la Ciudad
de México en que “el objetivo”, Amalia Salgueiro, fue por fin situada en la
casa de Pilar Jiménez; una cita que supuso una serie de mensajes en clave,
llamadas telefónicas por teléfonos desechables y mucha discreción por parte de
los cuerpos nacionales de seguridad.
La recién llegada, aunque cansada después de un viaje aéreo intercontinental,
ha vuelto a ver a su amada periodista y los reflejos entre los ojos de ambas no
dejan lugar a dudas. Hay una urgencia velada entre las dos mujeres que quisieran
desechar rápidamente la inhibición del saludo, las cortesías internacionales e incluso
la cena mexicana preparada minuciosamente por una prestigiosa chef.
Pareciera que se vieran por primera vez; sólo
sorbieron un poco de vino rosado y se dejaron arrastrar por el apremio a la
habitación de Pilar Jiménez, pues cada una sabe exactamente que tras sus
figuras famosas hay besos íntimos desprovistos de cualquier noticia; cuerpos
entrenados y musculosos o simplemente experimentados en las caricias del amor
entre mujeres.
Saben también que este fin de semana no
saldrán de la cama, pues seguramente después de hacer el amor, cuerpos excitados,
miradas de entrevela y vuelta al placer, pudiera ocurrir que, por azares del
destino, jamás volvieran a verse.
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