Lion Miller
Los primeros datos confirmados sobre Aldous Worp indican que, si bien aparentemente
normal en la mayoría de los aspectos físicos, estaba considerado por vecinos, compañeros
de juego y familiares como un idiota incurable. Sabemos también que era un niño
tranquilo y de hábitos afectadamente sedentarios. El único sonido que se le oía
proferir alguna vez era un agudo monosílabo, muy semejante a la expresión:
“¡Huy!”
Esto sucedía únicamente al ser llamado para las comidas o,
con menos frecuencia, al ser despertado su enigmático interés por un estímulo externo,
tal como una piedrecita de forma rara, un palo o uno de sus propios nudillos.
Este niño súbitamente abandonó su inactividad habitual. Poco
después de su sexto cumpleaños –esta estimación de tiempo es sólo aproximada, por
desgracia–, Aldous Worp empezó una serie de excursiones exploratorias al vertedero
de la ciudad, en la parte trasera de las propiedades de los Worp.
Después de unos cuantos viajes, el chico regresó una tarde
a su hogar arrastrando una gran rueda dentada. Tras una ardua meditación, ocultó
dicha rueda dentro de un gallinero vacío.
Así comenzó un proyecto que no terminó hasta transcurridos
veinte años. El joven Worp avanzó a través de la niñez, la adolescencia y la juvenil
virilidad transportando miles de objetos metálicos, grandes y pequeños, de casi
todas clases, hasta el gallinero. Dado que cualquier clase de educación formal se
hallaba aparentemente más allá de su capacidad mental, sus padres veían complacidos
la actividad que mantenía a Aldous feliz y contento. Cabe presumir que no les inquietaban
los problemas de estética implicados.
Aldous Worp abandonó su autoimpuesta tarea tan bruscamente
como la había iniciado. Durante casi un año –la estimación de tiempo es de nuevo
aproximada debido a los insuficientes datos–, Aldous Worp permaneció dentro de los
confines de la propiedad familiar. Cuando no estaba ocupado en necesidades corporales
básicas, tales como comer y dormir, se movía lentamente en torno a su montón de
desechos sin ningún plan aparente.
Una mañana fue observado por su padre (como éste nos comunicó
posteriormente) mientras se dedicaba a seleccionar ciertos objetos del montón y
a ajustarlos unos con otros.
Debería advertirse aquí, en mi opinión, que ningún informe
acerca de la Reacción Worp puede ser completo sin citas directas del padre de Aldous,
Lambert Simnel Worp. Respecto a la mencionada estructura, Worp padre ha declarado:
“El hecho que me llamó la atención fue que cada (tachado)
cosa que cogía encajaba con alguna (tachado) otra. No (tachado) importaba que fuera
un (tachado) muelle de cama o un (tachado) batidor de huevos estropeado; si el (tachado)
muchacho lo introduce en otra (tachado) parte, permanecía allí”.
En lo referente a las herramientas empleadas por Aldous Worp,
LS Worp ha manifestado:
“Ninguna herramienta”.
LS Worp nos ofrece luego una información más extensa al responder
a una pregunta que transcribo aquí textualmente:
P “¿Cómo diablos se las arregló para lograr que partes separadas
se adhiriesen entre sí para formar un todo?” (Dr. Palmer)
R “Los (tachado) pedazos se unieron más estrechamente que
una malla (tachado), y nadie –lo que se dice nadie, señor– pudo separarlos”.
La estabilidad del conjunto era obvia, por cuanto el joven
Aldous se encaramaba a menudo por aquel amasijo para añadir otra “parte”, sin alterar
su equilibrio en lo más mínimo.
Lo que precede, no obstante su concisión, son todos los antecedentes
que poseemos del experimento en sí.
Por su exacto relato de las circunstancias habidas en una
de las demostraciones “controladas” de la Reacción Worp, nos hallamos en deuda con
el comandante Herbert R. Armstrong, ingeniero del Ejército de Estados Unidos, y
con el doctor Philip Eustace Cross, AEC, que estuvieron presentes.
Al parecer, exactamente a las 10:46 de la mañana, Aldous Worp
cogió una rueda dentada muy vieja y herrumbrosa… el primer objeto que había rescatado
del olvido en el montón de chatarra, cuando sólo tenía seis años. Después de un
momento de vacilación, trepó hasta lo alto de su mal construida estructura y se
detuvo. Para luego descender por su parte interna. Desapareció de la vista de estos
expertos observadores durante varios minutos. (Dr. Cross: 4 minutos, 59 segundos;
comandante Armstrong: 5 minutos, 2 segundos). Aldous reapareció por fin, bajó a
gatas y miró fijamente su creación.
Reproducimos un fragmento de los informes combinados del comandante
Armstrong y del doctor Cross:
“Después de permanecer como ausente unos cuantos minutos,
Worp se pegó a su ensamblaje, del que sobresalía una varilla con la bola de latón
de un poste de cama unida a ella. Aldous Worp dio un ligero tirón a la bola. Lo
que sucedió después fue absolutamente fantástico. Oímos un rumor creciente, parecido
al de una catarata, que aumentó hasta convertirse en un fuerte estrépito. Aproximadamente
quince segundos después, vimos un resplandor purpúreo que salía de debajo de la
estructura. Luego, todo el conjunto, de trastos se levantó en el aire hasta una
altura de unos tres metros y permaneció flotando ahí, inmóvil. Aldous brincó a su
alrededor en una completa apariencia de júbilo y oímos claramente su observación
“¡huy!” tres veces. Finalmente, se dirigió a un costado del fenómeno, alargó su
mano por la parte inferior, dio vueltas a la herrumbrosa rueda de un molinillo de
café y su “máquina” se posó con lentitud en el suelo”.
Hubo, por supuesto, una excitación considerable. Representantes
de las fuerzas armadas, de la prensa, de la AEC, de varias escuelas de estudios
superiores, y otros organismos, llegaron en manadas. La comunicación con Aldous
Worp era imposible, ya que el joven jamás había aprendido a hablar.
LS Worp, aunque profano, era un caballero serio y sincero,
ansioso de ponerse al servicio de su país, pero las anteriores citas de sus conversaciones
indican la escasa luz que le era posible arrojar sobre el problema. Los esfuerzos
de observar el interior de la estructura valieron de poco, puesto que los más atentos
y detallados análisis no lograron establecer otra hipótesis efectiva que “no es
absolutamente nada más que un montón de chatarra” (Dr. Palmer). Por otra parte,
el joven Worp se mostró claramente ofendido por tales investigadores.
Sin embargo, hizo funcionar con placer su máquina y expuso
repetidamente la “reacción” a todos los espectadores.
Los tests más exhaustivos, geiger, electrónicos, Weisendonk,
químicos, etc., no revelaron nada.
Fue imposible contener la curiosidad de la prensa y, a primeras
horas de la tarde del segundo día, los informadores de la televisión se presentaron
en el lugar del acontecimiento.
Aldous Worp los miró un momento, luego hizo descender otra
vez su invento al suelo. Con una expresión resuelta en su rostro, se encaramó hasta
la cima, se deslizó por dentro y, pasado algún tiempo, reapareció con la vieja rueda
dentada. La depositó cuidadosamente en el lugar que había ocupado en el gallinero.
Sistemáticamente, y por orden de instalación, desmontó cada componente de su estructura
y con el mayor cuidado lo devolvió a su primitivo lugar en el montón que había formado
junto al gallinero.
En la actualidad, las partes integrantes de lo que constituyó
la Reacción Worp están esparcidas. Ignorando los casi histéricos ruegos de los científicos
y de los militares, el silencioso Aldous Worp, tras desmantelar su máquina por completo
y amontonar sus partes junto al gallinero, se encargó de la pesada tarea de transportarlas
de nuevo, una por una, a su primitivo lugar en el vertedero de la ciudad.
Hoy, impasible ante los ocasionales regaños de LS Worp, mudo
en los ya poco frecuentes interrogatorios oficiales, Aldous Worp se sienta sobre
una caja en el patio posterior de su casa solariega y mira serenamente en dirección
al vertedero de la ciudad. Muy de tarde en tarde sus ojos se iluminan durante un
momento, y dice “¡huy!” con gran placidez.
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