Slawomir Mrozek
Dios trabajó seis días y descansó el séptimo.
El hombre no es Dios, se cansa antes, por lo que consideró que el sábado también
le correspondía como día de descanso. Esta decisión no encontró una expresa objeción
por parte de la Instancia Suprema.
“Si ha salido bien con
el sábado, tal vez también cuele el viernes”, pensé, y dirigí a Dios una solicitud
con el siguiente contenido:
“A causa del cansancio que siento después del lunes, el martes, el miércoles,
el jueves y el viernes, ruego tenga a bien otorgarme también el viernes como día
libre de trabajo. Homo Sapiens.”
No hubo respuesta, por
lo que consideré que también el viernes me había sido otorgado.
Sin embargo, entre el
miércoles y el resto de la semana quedaba el horrible jueves. Nada cansa más que
el trabajo el último día de la semana laboral. Así que escribí, esta vez con más
atrevimiento:
“‘El hombre es una caña pensante’ (Blaise Pascal, 1623-1662). Yo pienso que
tampoco debo trabajar los jueves.”
Ahora mi semana laboral
acaba el miércoles por la tarde. Sí, pero ese miércoles… El silencio de Dios me
dio valor.
“Exijo la supresión del miércoles como día laborable. Prometeo.”
En cuanto al martes,
me rebelé ya abiertamente:
“‘Llamarse hombre llena de orgullo’ (Máximo Gorki, 1868-1936). El martes
atenta contra mi dignidad. Estoy en total desacuerdo y acabo el lunes.”
No hubo respuesta, así
que con el lunes fue muy fácil. Bastó con un telegrama:
“El lunes también queda excluido.”
Ahora tenía siete días
de la semana libres y me sentía orgulloso de mi rebeldía (L’homme révolté,
Albert Camus, 1913-1960). Pero al cabo de un tiempo me di cuenta de que la semana
sólo tenía siete días y, por lo tanto, yo no podía tener más de siete días libres
a la semana. Semejante limitación de mi libertad me pareció inadmisible. Así que
telegrafié a Dios:
“Crear inmediatamente un octavo día.”
No contestó, lo cual
me afirmó definitivamente en mi convicción de que Nietzsche tenía razón (Friedrich
Nietzsche, 1844-1900) y Dios no existía. Pero en ese caso, ¿quién era el culpable
de que la semana sólo tuviera siete días y de que yo no pudiera tener más de siete
días libres a la semana?
Cogí un palo y me puse
al acecho en la escalera. Cuando pase un vecino, le arreo.
A fin de cuentas, alguien
tiene que ser el responsable de la injusticia que se me ha hecho.
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