Pedro Antonio Valdez
El
ángel se le apareció en el sueño y le entregó un libro cuya única señal era un siete.
En el desayuno miró servidas siete tazas de café. Haciendo un leve ejercicio de
memoria reparó en que había nacido día siete, mes siete, hora siete. Abrió el periódico
casualmente en la página siete y encontró la foto de un caballo con el número siete
que competiría en la carrera siete. Era hoy su cumpleaños y todo daba siete. Entonces
recordó la señal del ángel y se persignó con gratitud. Entró al banco a retirar
todos sus ahorros. Empeñó sus pertenencias, hipotecó la casa y consiguió préstamo.
Luego llegó al hipódromo y apostó todo el dinero al caballo del periódico en la
ventanilla siete. Sentóse –sin darse cuenta– en la butaca siete de la fila siete.
Esperó. Cuando arrancó la carrera, la grada se puso de pie uniformemente y estalló
en un desorden desproporcionado; pero él se mantuvo con serenidad. El caballo siete
cogió la delantera entre el tamborileo de los cascos y la vorágine de polvo. La
carrera finalizó precisamente a las siete y el caballo siete, de la carrera siete,
llegó en el lugar número siete.
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