Jacques Sternberg
El primer día, Dios se creó a sí mismo. Ha de haber un comienzo para todo.
Luego creó el vacío. Encontró que le había quedado muy
grande, y se sintió impresionado.
El tercer día imaginó las galaxias, los planetas y los
soles. No se sintió excesivamente satisfecho, sin saber exactamente por qué.
El cuarto día hizo un poco de jardinería: decoró algunos
planetas elegidos con un verdadero sentido artístico, y se sintió feliz al probarse
a sí mismo que era un dios con gusto, destilando a través del universo una sutil
perfección.
El quinto día, sin embargo, para relajarse de los esfuerzos
de la víspera, decidió divertirse un poco: imaginó un mundo que no era más que una
flagrante falta de gusto, lo atiborró con horribles colores, y lo pobló de una gran
cantidad de repugnantes monstruos. Luego llamó a aquel mundo la Tierra.
(Tomado
de www.ciudadseva.com)
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