José Joaquín Blanco
Cuando Teresa y yo llegamos al infierno. Minos se
ciñó dos veces el cuerpo con su capa y nos mandó a ese círculo que se ha hecho
famoso por la historia francesa de Rímini y Paolo Malatesta. ¡Imposible soñar
paraíso semejante! Desde que llegamos se dejó sentir el impulso afrodisíaco de
las llamas y nos entregamos a una lujuria insistente. No tardamos mucho en
contagiar a los demás condenados y así el Segundo Círculo del infierno se
convirtió de pronto en escenario de increíbles orgías. Como es de suponerse, el
Señor se enteró en el acto y cambió nuestra sentencia; desde entonces estamos
en el paraíso, colocados a insalvable distancia, confundidos por los coros
angélicos, purificados los dos de tal manera que parecemos creaciones de
Botticelli, contemplándonos, solamente, contemplándonos, mientras todo el cielo
tiembla y se desbarata como flamita nerviosa de cirio pascual ante las notas
triunfales del tedeum.
(Tomado de www.talesofmytery.blogspot.com)
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