Adriana Verónica Pérez Miranda
Él,
con el invisible hilo de su mirada la envuelve, la acaricia, la seduce y en ella
se enciende la flama interna del deseo, derramando una cascada burbujeante que
estremece su espina dorsal y eriza todos sus sedosos capilares, palpitantes
como un corazón caliente.
Fuego interno que calcina, convirtiéndolos
en serpenteantes llamas horizontales enredados en una hoguera de prohibida
pasión. Abrazo que abrasa todo alrededor.
Náufragos en oleadas de placer se aferran
al fino aroma de una rosa amarilla con respiraciones anhelosas y gemidos de
vida… frío ardiente. Enmarañando sus húmedos y ardientes cuerpos, anegados en
un océano de besos profundos y eternos. Sintiente hierro en sus adentros
temblorosos y palpitantes. Comunión que los convierte en uno solo. Sincronía de
almas arrobados con ostensible júbilo.
Inagotable placer que obnubila la razón.
Delirantes náufragos con sed ardiente de pecar buscan prolongar el clímax,
antes de acceder al refrescante río que inunde la dulce cavidad, dilatando el
éxtasis, sin apagar su fuego.
* * *
Él
recogió el hilo de su mirada… Ella sólo le dijo: cierra la puerta cuando
salgas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario