Alfonso Reyes
En el norte de México acostumbran
poner a los gallos en lo alto de un templete, para que no se los coman los coyotes.
Desde su mirador, el gallo va y viene, y mira de reojo al coyote que se va acercando
con un airecillo bondadoso:
–Buenos
días, hermano gallo.
–Buenos
días, hermano coyote.
–¿Qué
haces ahí trepado?
–Ya
lo ves, tomando el sol.
–¿Por
qué no bajas un rato a “platicar” conmigo?
–No
me atrevo, ¡no vaya a pasarme “alguna cosa”!
–¿Qué
puede sucederte? Si desconfías de mí, acuérdate de que ya el león, el rey de la
selva, acaba de dictar una ley ordenando que ningún animal le haga daño a otro.
¡Anda, baja, no tengas miedo!
–No
me atrevo…
–¡Pero
si la nueva ley te ampara!
–No
creas, hermano: hay cabrones que ni la ley respetan.
No hay comentarios:
Publicar un comentario