Víctor Roura
Una
señora quería vivir debajo de la tierra, pero no sabía a quién recurrir.
Se dijo:
–Voy a comprar un pico y una pala y voy a
excavar en mi jardín.
Fue a la tlapalería por esos objetos.
Esa noche durmió tranquila porque al despertar
iba a poner manos a la obra. Finalmente, no necesitaba pedirle el favor a
nadie.
Cuando abrió los ojos, ni tuvo tiempo de
quitarse la piyama. Fue directo al jardín, se puso unos guantes y comenzó a excavar.
Cantaba de felicidad la señora.
Tres horas después, ya estaba cinco metros
bajo el nivel de su jardín. Se tomó un descanso.
Hizo un licuado y se desayunó dos
quesadillas.
En eso, tocaron a la puerta.
–¿Quién es? –preguntó, molesta.
Nadie contestó.
Se oyeron otros dos fuertes toquidos.
–¡Caray! ¿Quién es? –volvió a preguntar,
ya iracunda porque le molestaba que la vieran sucia y en ese momento era la
mujer más sucia del mundo por la tierra del jardín que le ponía negra hasta las
orejas.
Nadie contestó.
Fue a asomarse por la mirilla de la
puerta.
Eran dos señores encorbatados.
–¡Abra la puerta, señora, que no tenemos
su tiempo! –gritó uno de los señores, a la vez que volvía a tocar con rudeza.
La señora se incomodó, pero abrió la
puerta. Los señores la vieron con desprecio. Por su suciedad.
–¡Qué moditos de levantarse de la cama! –dijo
un señor.
La señora se avergonzó.
–Le recomendamos un baño, señora –dijo el
otro señor.
La señora se avergonzó, aún más.
–Nada más le venimos a informar que lo que
está usted haciendo es absolutamente indebido –dijo un señor.
La sucia señora no hablaba por la pena de
estar sucia.
–Usted no puede destrozar su jardín así
porque sí. A ver, ¿dónde está su permiso?
La señora se tapaba la cara.
–Necesita un documento para maltratar su
territorio…
La señora de plano les dio la espalda.
–Si mañana tempranito usted no tiene de
nuevo cubierto su jardín, va a tener que pagar mucho dinero de multa…
La señora tragaba saliva, pero se repuso
de la vergüenza para decirles:
–¡Es que yo quiero vivir bajo tierra!
–gritó, desesperada.
Los dos hombres se miraron confundidos.
–Pero, señora, así como está parece en
realidad que usted ha salido de la tierra. Basta con que todos los días no se
bañe para hacerse a la idea de que vive en el centro de su jardín –dijo un señor.
La señora cerró la casa dando un portazo.
Y se fue al jardín, rapidísimo, para
cubrirlo de nuevo. No tenía mucho dinero para andarse metiendo en problemas con
las autoridades. Porque las autoridades no resuelven nada, sino todo lo
complican. No. Tenía que tapar el hueco de su jardín. Trabajó mucho. Tres horas
después, terminó. Se fue a la cama a descansar. Y desde entonces no se baña
porque quiere estar sucia.
–Así juego a que entro y salgo de debajo
de la tierra –se decía.
Ya nunca más alió de su casa.
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