Julio Torri
El
novelista, en mangas de camisa, metió en la máquina de escribir una hoja de papel,
la numeró, y se dispuso a relatar un abordaje de piratas. No conocía el mar y sin
embargo iba a pintar los mares del sur, turbulentos y misteriosos; no había tratado
en su vida más que a empleados sin prestigio romántico y a vecinos pacíficos y oscuros,
pero tenía que decir ahora cómo son los piratas; oía gorjear a los jilgueros de
su mujer, y poblaba en esos instantes de albatros y grandes aves marinas los cielos
sombríos y empavorecedores.
La lucha que sostenía con editores rapaces
y con un público indiferente se le antojó el abordaje; la miseria que amenazaba
su hogar, el mar bravío. Y al describir las olas en que se mecían cadáveres y mástiles
rotos, el mísero escritor pensó en su vida sin triunfo, gobernada por fuerzas sordas
y fatales, y a pesar de todo fascinante, mágica, sobrenatural.
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