Juan Carlos Botero
La
prensa concluyó que el joven sufría de trastornos mentales, pero quienes lo
conocieron afirmaron que las causas habían sido otras. Una mañana, el muchacho
de 23 años despertó a su prometida y le explicó que le había mentido con
respecto al dinero. No era verdad que se podían casar, ni que algún día iban a
pintar las paredes de aquel pequeño apartamento y que, más aún, ni siquiera
tenía lo suficiente para costear su propio entierro. Por ello, para costearlo,
ella debía vender el revólver de su propiedad, el que tenía guardado en la mesa
de noche. En el entresueño, la muchacha supuso que era una broma. Segundos
después, el joven se sentó en el borde de la cama, extrajo el revólver de la
mesita, y se voló la tapa del cráneo, dejando la habitación pintada con sus
sesos.
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