Surlay Farlay Gómez
Por
fin Abigaíl se había convertido en mariposa y no esperó a cenar para escaparse de
su casa. Pasó toda la noche rondando en una lámpara del alumbrado público. Al llegar
la aurora, su madre, en el antejardín, lloraba por la ausencia de Abigaíl, y no
tenía la conciencia tranquila, pues nunca respondió amablemente aquella cotidiana
pregunta de repetidas noches: “Mamá, ¿qué es una mariposa?”.
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