Audberto Trinidad Solís
Después de sinfín de intentos
fallidos obtuvo el permiso para su primer performance. Como buen anfitrión eligió
a funcionarios de cultura, gente reacia a gastar en expresiones de arte.
La incógnita
del nombre y la temática acrecentaron la curiosidad, sobre todo de los burócratas
que desatendieron sus peticiones.
En la fecha
justa, a medio recinto la concurrencia vio unos cables de acero proyectados a gran
altura de la mesa principal.
El cartel
con el nombre del evento se encontraba oculto por una mampara. Atrás, el aula en
total oscuridad. Después del corte del simbólico listón el público oficialista se
abalanzó –como de costumbre– hacia el local, para presenciar el acto.
A tientas,
él apretó un interruptor y todos se enteraron de golpe del título: “Aplastados”.
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