Slawomir Mrozek
He leído en el periódico una noticia que
me ha indignado.
Se trata de los elefantes.
Amenazados por la civilización moderna, pronto se extinguirán por completo si no
se les protege. Precisamente, acaban de ser aprobadas medidas en este sentido y
eso es lo que me ha indignado.
Y es que ¿acaso hay
que proteger a los elefantes? Siendo el elefante un animal prehistórico, hijo del
mamut, ¿no es el símbolo del retroceso? ¿Acaso la misma palabra “mamut” no nos incita
a una risa paternalista, cuando no desdeñosa, frente a alguien o algo que se obstina
en las viejas costumbres y se resiste al cambio, o sea, al progreso, hasta que es
castigado merecidamente y se convierte en un fósil? Si el elefante no está a gusto
en nuestra civilización, que se extinga. ¿Por qué otros animales, la chinche por
ejemplo, se adaptan y el elefante no? ¿Es que se considera mejor?
¿Y por qué precisamente
el elefante? ¿Acaso no hay otras especies en vías de extinción? Nadie se preocupa
de ellas, porque sólo se habla de los elefantes. ¿Por qué, si se puede saber, el
elefante merece un trato especial y los demás no? ¿Será porque tiene un primo en
el circo y un cuñado en el zoológico? ¿Se lo han facilitado ellos a niveles superiores?
¿Contactos? ¿O tal vez los judíos han metido mano en el asunto? Quién sabe si en
verdad este mastodonte no es un mastodonte… ¿Los masones?
Cada vez más indignado,
estaba a punto de protestar públicamente, cuando se me ha ocurrido una idea mejor.
Voy a hacerme un par
de orejas de algún material duradero, preferiblemente de nailon, me pillaré alguna
trompa y me iré a África a unirme a los elefantes. Tal vez no se den cuenta de que
voy disfrazado y me acepten como a uno de ellos. Y aunque se den cuenta, tal vez
lo entiendan.
A ver si de esta manera
sobrevivo.
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