Fernando Sánchez Clelo
El adivino Meerkel agitó la cucharilla
en la taza de café caliente y el vapor adquirió la forma difusa de un revólver.
La lectura del porvenir en las espirales etéreas los había mantenido vivos, a él
y a su esposa, hasta de la persecución de la mafia. Esta vez percibió que el detective
Buck andaba cerca y que quería hacerle pagar por la muerte de la niña Adriane. Desistió
del asalto a la gasolinera que para esa noche había planeado, a pesar del enojo
de su mujer. “Sólo en ese sótano viejo estaremos a salvo”, pensó al salir del café
de chinos.
Nunca se enteró de la
nueva espiral en forma de un cuchillo empuñado por su esposa.
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