Rafael Garcés Robles
Era un virreinato eterno o
un reinito o una república o un imperio sin nombre, al cual las continuas guerras
civiles no lo habían dejado surgir. Primero fue la guerra de la “Patria boba”, siguieron
las guerras: de la “Patria envidia”, de la “Patria venganza”, de la “Patria jesuita”,
de la “Patria de los trapos” otras y otras, hasta la guerra de la “Patria de las
mil veces” y, así de guerra en guerra los patriotas abundaron todos los años y todos
los días, llenando los parques de pueblos y de ciudades de héroes monumentales,
con títulos militares de altos rangos que enaltecían, enriquecían y dignificaban
a sus familias y a sus descendencias. Los contrincantes guerreros siempre fueron
los “Nacionalistas Cristianos” y los “Radicales Laicos”.
Al iniciarse
una nueva agresión armada, cada bando llamaba a sus “voluntarios belicosos” para
preguntarles cuál rango le habían dado en la guerra anterior, y éstos respondían:
–¡Yo soy capitán! –¡Yo soy general! –¡Yo soy alférez! –¡Yo soy mayor! –¡Yo soy teniente-coronel!–
Y con el fin de motivarlos a pelear nuevamente, los ascendían ipso facto
de grado. Fueron tantas las guerras y tan consecutivas que, para la guerra llamada
de las “mil veces”, entre todos los hombres reclutados en las dos facciones ya no
quedaban soldados rasos, ya todos los “guerreros voluntarios” habían alcanzado los
rangos más altos del generalato. O sea que, llegadas las batallas, los Generales,
que eran todos los guerreros reclutados y que “generalmente” no pelean, se reunían
sólo para planificar las estrategias militares. Mientras, para los campos de batalla
no había un solo soldado para las contiendas. En los escenarios de las operaciones
bélicas asustaba la soledad.
¡Para evitar
el fracaso estruendoso de una guerra sin bajas los Generales de los dos grupos en
choque tuvieron la “genial” idea de robar hombres y niños campesinos, afros e indígenas
en plazas de mercado, en resguardos y en palenques para llevarlos de cabestro, atados
de las manos, de cuello a cuello, y transformarlos durante los trayectos en soldados
que lanzaban a los campos de batalla a confrontar con sus “maravillosas” estrategias
y a morir por ignoradas causas!
Y así siguieron
con mil guerras más: ¡Y convirtiendo “Mil veces” las plazas de mercado, los resguardos
y los palenques, en sitios de cacería para sus ejércitos! ¡Y haciendo “Mil veces”
travesías con hombres tirados del cabestro, y sembrando de muertos los campos y
la vera de los caminos! ¡Y siguieron con “los ilustres generalatos” profanando “Mil
veces” los parques, los atrios y los morros de los pueblos y de las ciudades con
sus monumentos!
¡Con los tiempos,
las estatuas fueron corroídas por las límpidas aguas de las lluvias, y a sus ruinas,
ni las palomas se acercaban a dejar sus deshechos!
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