David García Contreras
En Tecuto nunca nadie ha recibido
un engaño en los últimos 70 años. Al menos no uno, sino tres o cuatro en cada ocasión.
Así es la vida en Tecuto, un país como cualquier otro gobernado por hombres y mujeres
aleccionados en las más prestigiadas universidades del mundo. Los futuros gobernantes
se forman bajo las más estrictas normas de calidad educativa, con un solo objetivo
en mente: crear líderes sociales. De tal forma que cuando alguien es clasificado
como parte de la clase política se le asocia, automáticamente, con un grupo de expertos
en el arte de gobernar. Y es por ello que se considera imprescindible el estudio
de una materia, muy de moda entre las altas esferas de la intelectualidad tecutense:
la estadística. Por eso no es extraño escuchar a los políticos con motivo de un
discurso, en una entrevista de banqueta, en medio de un acalorado debate
televisivo o a lo largo de un tedioso y siempre exaltado informe de gobierno, hablar
de estadísticas. Se les oye hablar de medidas de tendencia central, de medidas de
dispersión, de polígonos de frecuencia, de histogramas, de prismogramas, de diagramas
figurados, de logarítmicos, de curvas de tiempo, de índices de preferencia y de
ecuaciones compensadoras que, muy pocos fuera de un reducido grupo, entienden.
Los habitantes de Tecuto son personas bombardeadas,
en todo momento, por datos y cifras que se van enriqueciendo con datos y cifras
del minuto siguiente. Todo ello con el fin de expresar los logros, que siempre se
presume son muchos, en los diversos campos de la vida tecutense y que pocas veces
corresponden con la realidad.
Pero el problema nodal de Tecuto no es la estadística,
una materia como otras inventadas por el hombre, sino su uso. Y es que está claro
que todos estos años los gobernantes del país han vivido creyendo, con abnegada
vehemencia, que la estadística es la ciencia del Estadista. Fuera de esto, todo
es perfecto en Tecuto.
(Tomado
de www.ficticia.com)
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