Edmundo Valadés
De pronto, como predestinado por una fuerza
invisible, el automóvil respondió a otra intención, enfilado hacia imprevisible
destino, sin que mis inútiles esfuerzos lograran desviar la dirección para volver
al rumbo que me había propuesto.
Caminamos así, en la
noche y el misterio, en el horror y la fatalidad, sin que yo pudiera hacer nada
para oponerme.
El otro ser paró el
motor, allí en un sitio desolado.
Alguien que no estaba
antes, me apuntó desde el asiento posterior con el frío implacable de un arma. Y
su voz definitiva, me sentenció.
–¡Prepárate al fin de
este cuento!
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