Eduardo Gudiño Kieffer
Pero
qué maravilla, qué maravilla, decía la señora norteamericana ensombrerada. Qué
maravilla Ostia Antica, qué maravilla las ruinas, qué maravilla las columnas,
qué maravilla el blanco resplandeciendo bajo el sol, qué maravilla, qué
maravilla. Como la palabra maravilla describiera igualmente los sarcófagos, los
hórreos, las termas, los templos. Qué maravilla. Qué maravilla todo. Qué
maravilla todo menos la Casa di Amore e Psyche. Aquí la norteamericana se calla
por completo. Su verborragia turística y monotemática desaparece. Las flores de
su sombrero se marchitan. En la Casa di Amore e Psyche no hay lugar para las
palabras. Qué maravilla.
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