Rabindranath Tagore
–¡Oh, si pudiéramos coger
la luna, al anochecer, cuando es completamente redonda y se engancha en las ramas
del cadabo! –no dije más que eso.
Pero
Dadá, mi hermano mayor, se burló de mí:
–No
he conocido a nadie tan tonto como tú. La luna está muy lejos, ¿cómo podríamos cogerla?
Yo
dije:
–¡El
tonto eres tú, Dadá! Cuando, desde la ventana, Mamá mira cómo jugamos en el patio
y nos sonríe, ¿te parece que está muy lejos?
Pero
Dadá replicó:
–Pobre
ignorante, ¿dónde encontraríamos una red bastante grande para coger la luna?
Yo
dije:
–Podrías
cogerla perfectamente con las manos.
Dadá
se echó a reír y me dijo:
–¡Nunca
vi un niño tan simple! ¡Si la luna se acercara, ya me dirías tú si es grande o no!
Yo
dije:
–Dadá,
¡qué barbaridades te enseñan en la escuela! Cuando Mamá se inclina para besarnos,
¿te parece que su cara es muy grande?
Pero
Dadá repite:
–Eres
un pobre tonto.
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