Bertolt Brecht
El
médico Hunain fue llamado a comparecer ante el califa, que deseaba veneno para
sus enemigos. Ofreció al médico riquezas, si obedecía, y la cárcel, si ponía
dificultades. Al cabo de un año de prisión, Hunain fue nuevamente arrastrado
hasta el trono del califa. A un lado del trono habían amontonado tesoros; al
otro, instrumentos de tortura. El califa señaló primero uno de los montones,
luego el otro.
–¿Cuál eliges? –preguntó.
Hunain le respondió:
–Yo solo he aprendido el arte de curar y
ningún otro.
El califa le hizo una seña al verdugo, y
Hunain, sintiendo llegar su última hora, dijo:
–El día del juicio Dios me recompensará.
Si el califa quiere pecar, es asunto suyo.
La sonrisa del califa rompió la tensión.
Nunca había pretendido herir al médico. Solo quiso poner a prueba su
honorabilidad.
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