Ursula Wolfel
Una familia que siempre estaba
discutiendo se fue al parque a pasear. Era invierno, y de repente se les vino encima
una tormenta de nieve.
El padre dijo:
–Por la derecha
es el camino más corto hasta la puerta del parque.
–¡Qué disparate!
–dijo la madre–. Tenemos que ir por la izquierda.
–¡Están locos!
–gritó la hija–. ¡La puerta está detrás de nosotros! ¡Tenemos que volver!
Pararon. Ninguno
cedía. Se hizo de noche, descargó la tormenta y cada vez hacía más frío. Los tres
seguían riñendo y no se daban cuenta de que se les estaban congelando los pies.
Un guarda
fue a cerrar la puerta del parque. Se encontró delante de él tres muñecos de nieve,
y oyó que gritaban:
–“¡Derecha!”
–“¡No, izquierda!”
–“¡Vuelvan!”
Salía de la
nieve y sonaba horripilante, ahogado. El guarda se asustó tanto que se volvió, corrió
a casa y dejó la puerta del parque abierta. Tuvo que tomar siete copas de aguardiente,
y se tranquilizó un poco.
Por la mañana
estaban los tres tiesos, helados. Ahora veían que la puerta estaba delante de ellos.
Ninguno tenía razón. Pero sólo podían decirlo con los ojos. En ese momento volvía
el guarda. Cuando vio mover los ojos a los muñecos de nieve tuvo que volver a tomarse
otras siete copas de aguardiente. Después fue a buscar a la policía y a los bomberos.
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