Rodolfo Walsh
1
–Niño Mauricio, vaya a la
Dirección.
El
niño Mauricio Irigorri le tocaba el culo a la maestra, eludía el cachetazo y en
el recreo cobraba las apuestas. Tenía una hermosa letra, sobre todo cuando firmaba
“Alberto Irigorri” bajo las amonestaciones de los boletines. Don Alberto no reparaba
en esos detalles. Estaba demasiado ocupado en liquidar a precios de fábula un galpón
de alambre de púa que empezó a almacenar cuando la guerra de España. Ahora el alambre
no venía de Europa porque allá lo usaban para otra cosa. “Gracias a Dios”, repetía
don Alberto, que por esa época se volvió devoto.
A
fin de año, la señorita Reforzo se quitó a Mauricio de encima con todos cuatros.
(“Ese chico necesita una madre”, comentó.) Entró en sexto de pantalón corto y bigote.
El de sexto era maestro y el niño Mauricio tuvo que inventar otros juegos con pólvora,
despertadores y animales muertos. Tal vez se adelantaba a sus años y a su medio,
y por eso no era bien comprendido.
–No
te juntés con él –decía mi padre.
Yo
me juntaba igual.
–¿Eh,
Negro? –proponía Mauricio mirándome desde la esquina del ojo.
–¿Y
si tal cosa? –protestaba yo.
–Hay
que divertirse, Negro. La vida es corta.
Mauricio
pegaba una oblea, la oblea decía “Dios es amor”, Mauricio la pegaba en la maquinita
de preservativos, en el baño del “Roma”.
2
No quiso entrar
a la Normal porque era cosa de mujeres. Don Alberto lo mandó al comercial de Azul.
Depositaba en él grandes esperanzas que nadie compartía. A los tres meses estaba
de vuelta, elogiando el río y el cañoncito del parque. “También hay mucho comercio”,
dijo a modo de esclarecimiento.
Ese
año me vine a Buenos Aires. Le escribí, no me contestó. En mayo tuve carta de Estela.
Te estoy tejiendo un pulóver, aquí ya empezaron los fríos. Mamá, que a ella tampoco
le gustan las tías, pero este año no hay más remedio, sos muy chico para ir a una
pensión. ¿Y es cierto que estudiás latín? Ah, a Mauricio lo echaron. Yo veía las
grandes pestañas de mi hermana. Estela sombreando la carta. Las mujeres siempre
lo quisieron a Mauricio.
3
Cuando empezaron
a mermarle las botellas de guindado, don Alberto prefirió no tenerlo más de lavacopas.
Entró de aprendiz tipógrafo en La Tribuna. Por esa época.
INAUGUROSE
EL MEODUCTO PRESIDENTE PERÓN
Asistió
el gobernador
Lo
echaron.
–Un
error lo tiene cualquiera –dijo Mauricio.
4
Diciembre y allí
estaba en la punta del andén, haciéndose el distraído para no encontrarse con la
mirada de mi padre. Me había sacado una cabeza de ventaja, pero esa ya no era su
medida, ni los pantalones largos y el cigarrillo colgando del labio, sino el gesto
de rechazo, de conquista y de invención con que probaba el filo del mundo y rebotaba,
descubriendo siempre una nueva manera de lanzarse al asalto, como un revólver que
agota su carga y luego se dispara a sí mismo, el cañón, el tambor y hasta el gatillo,
quemado de furor y desmesura. Apoyado en un poste me miraba y su mano izquierda
oscilaba suavemente a la altura del hombro en una especie de saludo.
Mi
padre terminó de hablar con el jefe de estación, y solo cuando todas las valijas
estuvieron a mi lado y el peoncito esperando órdenes, se volvió hacia mí con los
brazos en la cintura –una alta figura quemada por el sol, alta desde el chambergo
hasta las botas– y yo sin saber si debía darle la mano o besarlo hasta que sacó
de adentro una lenta sonrisa de metal y me puso la mano sobre el pelo.
En
el trayecto a la camioneta, me crucé con Mauricio sin mirarlo.
5
–Dejaron la tranquera
abierta: el toro se escapó. Corrieron los avestruces: así se matan los caballos.
Cosas de gringo.
–Fui
yo.
–Cosas
de gringo bolichero –insistió mi padre, moviendo suavemente el cabo del rebenque
como un gran índice–. Ya te tengo dicho.
–Campo
hay por todas partes –comentó después Mauricio.
Pero
no un campo con media legua de laguna como aquel, no el campo donde andabas a lo
pueblero, con las riendas sueltas, rebotando en el recado, con la escopeta en la
mano, saliendo ensangrentado de los cardales, tiroteando las gallaretas, hundiéndote
hasta las verijas en el barro.
Acordate:
el cerro donde apareció el gliptodonte panza arriba, con la panza llena de agua
llovida. Acordate: la noche en que no encontramos más que las riendas en el alambrado
y tuvimos que volver a pie entre los juncos. Acordate: el espinel lleno de taralilas.
¿Campo
como ese? Dónde, Mauricio, dónde.
6
Mauricio, a los
quince años, mide un metro setenta y cinco, es campeón de bochas en el almacén de
su padre, se acuesta con la sirvienta. Por un tiempo pareció que se iba a dedicar
a la guitarra, pero su verdadera vocación es el codillo.
7
Agita una mano
y se va.
Dobla
una esquina y se va.
Salta
a un carguero y se va.
Sonríe:
–Chau,
Negro.
Y
se lo traga el tiempo, la tierra, la gran inundación de la memoria. Circula clandestinamente
en las historias del pueblo y de la familia. “No es malo, pobre”, dice mi madre.
“Tiene mala suerte.” (Las mujeres, siempre.) “¿Mala suerte al truco?”, replica mi
padre.
Lo
han visto por el lado de General Pinto, trabajando en las cosechas de maíz o girasol.
Quiso
ser boxeador en Bahía Blanca, y un negro le desfiguró la cara.
Gana
un camión al pase inglés, lo pierde al siete y medio.
8
“Pasó por el
pueblo –me escribe Estela– sin saludar a nadie. Paró con un camión colorado frente
al ‘Roma’ y a todos los que fueron a hablarle les dijo que estaban equivocados,
que no los conocía. Únicamente conversó con el rengo Valentín, el lustrabotas. Valentín
dice que preguntó por vos y nadie más, que se tomó una botella de cerveza y se fue.
Venía del sur, iba para Buenos Aires, el camión estaba cargado de bolsas, eso es
lo que dice Valentín. Mamá engripada, papá con mucho trabajo, la semana que viene
hay un embarque grande de hacienda, de muy mal humor dice que si las cosas siguen
así habrá que degollar las vacas en el campo, que nadie sabe para quién trabaja,
y otras cosas que no te puedo repetir, a ver si escribís. ¿Así que te dieron un
susto en zoología? Su hermanita le dijo: estudie los celenterados. P.D.: Te podés
figurar cómo se quedó don Alberto, está muy viejo, yo creo que esas cosas no se
hacen.”
9
Entre dos puntos
de un campo existe una diferencia de potencial de un vol cuando el transportar un
culón de uno al otro se pone en juego el trabajo de un yul.
Sieds, sieds, sieds, seyons, seyez, siéent.
Imp.: Séyait, séyait, séyaient. Fut.: Siéra, siéront. Pr. Subj.: Siée, siéent.
Ger.: Séyant.
Lugones
nació en 1874 en Río Seco y se mató en 1938 en el Tigre. Estaba desilusionado.
¿Eh?
Tres valencias, una libre.
Sed
nóstri mílites dáto sígno cum inféstis pílis procu… procucurríssent…
–Sobresaliente,
Tolosa. ¿Qué piensa seguir?
–Abogacía,
señor.
–Política,
¿eh? No olvide las musas. Nuestros grandes políticos llevan un tintero en el chaleco.
10
–Acordate quién
sos –decía lentamente–, y que todo esto va a pasar. La ciudad se muere sin el campo,
y el campo es nuestro. El campo es como el mar, y las estancias están ancladas para
siempre, como acorazados de fierro. Otras veces han querido hundirnos y el campo
siempre los tragó: advenedizos sin ley y sin sangre, el viento de la historia se
los lleva, porque no tienen raíces. Ahora nos insulta por la radio, pero tiene que
comparar el trigo afuera, porque este año nadie va a sembrar. Levanta la gente,
pero no levanta las vacas. Las vacas no entienden de discursos. Llegará el día de
la razón y del castigo, y entonces muchos van a sufrir. Hay que prepararse para
ese día.
En
el corral, el polvo amarillo de las ovejas se alzaba como una profecía. Los perros
descansaban su perfil heráldico en los portones. Mi padre tiró al suelo la última
tarja.
–Setecientas
cinco –dijo y el capataz asintió con una mueca de tierra.
La
sonrisa de mi padre se hizo profunda como la intimidad del monte, se contagió a
los dedos con que armaba sin mirar un cigarrillo, atento al presente del número
y a la entraña del futuro.
–Estoy
contento con vos –dijo sacando de la campera un billete de quinientos–. Tomá, andá
a divertirte.
Los
guardé, en la galería me encontré con Estela, me parece que no hay con quien divertirse.
–No
me importa nada –dice Estela–. Por mí, que reviente –y se va a esconder a su pieza.
Nadie
quiere pronunciar su nombre.
11
Volvió el tiempo
de las ciruelas, y después el tiempo de las uvas, y el día de tomar el tren y mirar
por la ventanilla el monte gris-plomo que crecía en niveles simétricos, de las acacias
a los álamos y los eucaliptus: cubiertas, torretas, un puente.
Navegaba,
sin moverse, en el tiempo.
12
Cá-da-grá-no-dea-ré-naes-un-ca-mí-no
destino
6 10
sino
En-el-de-siér-to-– – – – – – – – – –
vino
4 8 10
No
me gusta.
Cada grano de arena en el desierto cierto
En un camino, cada – – – – – – –
muerto
6 10
puerto
– – – – – – – – – – – – – – – – – – – – – –
4 8 10
– – – – – – – – – – – cada ola un puerto?
6
Bosta.
13
“…que le pongas
un telegrama antes de tomar el tren, así te va a esperar. Que no te olvides que
tenés que enrolarte, y que aquí no hay partida de nacimiento, así que vayas a la
calle Uruguay y pidás un duplicado. Si me prometés que no vas a contar, te tiene
reservado un regalo, el oscuro que te gustaba; Roque lo ha puesto mansito, come
azúcar de la mano. Poné cara de sorpresa. Mamá, que esa pensión no le gusta, que
retirés todas tus cosas y después tomás otra. Que no te dan bien de comer y pasás
frío y que esa no es compañía para vos. No sé cómo sabe todas estas cosas, a lo
mejor las inventa. La plata no importa, dice. Yo no sé si te vas a enojar, pero
los versos que me mandaste me parecieron tan lindos que los hice publicar en La
Tribuna, y aunque salieron únicamente con tus iniciales (no me atreví a más)
ya todo el mundo sabe que sos vos. Mamá se los ha aprendido de memoria y dice que
tienen mucha ‘filosofía’ para tu edad, pero a mí lo que más me gusta es eso que
dice que la vida es difícil porque está llena de caminos todos iguales y uno no
sabe por cuál agarrar ¿es eso, no? Aquí todos bien, tuvimos varias heladas fuertes
y el monte está todo pelado, se ve el cielo entre las ramas. El 9 de julio hay carreras
en Atucha, corre el zaino de papá, ya hay apuestas, a ver si llegás a tiempo.
“P.
D. Adiviná quién vino.”
14
…Mauricio, que
había vuelto, que al fin sabía lo que quería, que había bajado al fondo de sí mismo
(dijo) y se había partido en diez pedazos y cada uno un dragón, y qué hacés Negro
tanto tiempo, venga esa mano pajera, la de cosas que tengo para contarte. Se había
estirado un palmo más todavía, y con esa pelambrera robusta y las patillas largas
y los ojos negros y hundidos, parecía Facundo, o un peluquero de historieta, o las
dos cosas a la vez, pero más que nada Facundo cuando me estudiaba en silencio, astuto
y sobrador, preguntándose qué habrá quedado de mí en todo ese tiempo y hasta qué
punto podía contar conmigo.
–Me
cagaron –dijo después–. Ahora todos están contentos. Pero vení que te saco una foto.
–¿Una
foto? Estás loco.
–No
te contaron –murmuró extrañado, y me pareció que por adentro echaba cuentas y se
preguntaba cómo era que yo no sabía el hecho más notorio en la historia reciente
del pueblo.
Pero
en seguida me agarró del brazo, me hizo cruzar la plaza, caminamos por la Colón
una cuadra, y casi frente a la Intendencia sacó una llave, abrió una cortina metálica
y me empujó al interior de un negocio recién blanqueado que en seguida empezó a
llenar de luces, pero no eran luces como las de todos los negocios sino focos blancos
y reflectores como hongos en las paredes y en el techo. Me sentó en un banquito
contra un lienzo blanco, y entonces vi la cámara, que parecía una cámara de cine
sobre un soporte con ruedas, y Mauricio escondido detrás, asomando la cabeza por
la derecha y luego por la izquierda, como un pájaro, torciendo este foto y enderezando
aquél, y acercándose y poniéndome la cara de tres cuartos de perfil, y luego su
voz que salía detrás del aparato:
–Sonría,
boludito.
–Pero
vos –exhalé–, ¿Vos sabés sacar?
–Ella
sabe –dijo Mauricio–. Apretás el disparador
y chau.
15
Mauricio apretó
el disparador y chau, salí yo, con un costado de la cara en estado gaseoso y los
ojos como de vidrio aterrado. Esto en el nuevo lenguaje de Mauricio, era un “efecto”.
Me consta que algunos de efectos evaporaron a las más notorias y robustas personalidades
locales. Pero era cierto: el pueblo ahora lo aceptaba, estaba contento con él, dispuesto
a olvidar sus errores de muchacho. Don Alberto, que al fin y al cabo puso el dinero,
exhibía en su almacén retratos de sí mismo cada vez más grandes y satisfechos. “¿Han
visto?”, parecía decir. Mauricio era un hombre, era el mejor fotógrafo del pueblo,
también es cierto que era el único, y yo comparecí ante la oficina enroladora con
esa foto de estupor que me mira ahora desde una libreta ajada entre sellos y colores
patrios, la gran arma de la democracia, dijo mi padre burlonamente, recordando quizás
la época en que el canto y la resurrección de los muertos lo hicieron senador provincial
allá por el treinta.
16
–¿Te das cuenta?
Yo estaba viviendo para nada, corriendo de un lado al otro como si el mundo me persiguiera.
De golpe me despertaba en Esquel o en Salta. Nunca sabía lo que iba a hacer al día
siguiente. Me sentía muy libre, pero era falso. No era yo el que se movía.
–¿Qué
era?
Mauricio
se inclina sobre el billar, premeditando un bagre que después llamará un lujo.
–No
sé, un nudo en la garganta, algo que me empujaba, me decía: “Rajá, pibe”, y a la
mañana siguiente me levantaba tempranito, salía en ómnibus, a pie, como fuera. Una
vez dejé en la cama a la gorda más linda de mi vida, otra vez mi única valija. Pero
no estaba loco, sabés,
–¿Y
ahora?
–Ahora
es distinto. Todo me vino bien. Sin eso, quién te dice, el viejo no me compraba
el estudio. Ahora estoy quieto, y los demás se mueven –me mira de reojo, desde la
intención de un pase de bola inmutable en el paño–. ¿Comprendés, Negro?
Me
parece que no quiero comprender, que Mauricio se propone algo más enorme que nunca
y mientras dice “Raya” y cuelga el taco, vuelvo a verle aquella vieja expresión
de buscar roña, una cosa anhelante que se le desparrama por las narices.
–Vení,
vamos a divertirnos.
17
El pueblo se
acaba en seguida cuando uno empieza a caminar. Mientras bordeamos el galpón del
ferrocarril, Mauricio me dice “Son putas, sabés”, y ya es tarde para volverme atrás.
De la oscuridad viene una música rasposa, un árbol se hace a un lado y aparece una
mancha cuadrada y blanca que es la puerta del rancho de doña Carmen. Mauricio entra
pisando fuerte, alguien dice “Cayó piedra” y cuando paso yo, hay un segundo de indecisión,
pero el baile sigue.
Doña Carmen fuma en un rincón y oigo que le dice a Mauricio “Para qué lo traes a
este pendejo, después vienen la madre y la abuela a quejarse, yo no quiero líos”.
Mauricio dice “Yo respondo” y la rodea a la vieja de jarana hasta que la cara barbuda
y quemada de doña Carmen termina por abrirse en una sonrisa sin dientes y le dice
a Rosa:
–Rosa,
bailá con el dotorcito.
Bailo
con Rosa, que es la menor de las muchachas de doña Carmen y está llena de cosas
que crujen debajo del vestido, pero después de unos tragos de ginebra o de vermú
–porque ya no distingo– termina por parecerme linda, y entonces Mauricio muriéndose
de risa nos empuja a una pieza donde hay un catre y cierra la puerta por fuera.
Y mientras hago lo que puedo y Rosa me ayuda y pienso “Así que era esto”, oigo como
en sueños la voz de Mauricio que dice “Que se calle ese mamao”, y después unas piñas.
Que
me cuentan al día siguiente. El camionero dijo:
–Yo
estaba antes.
Y
Mauricio:
–Que
se calle ese mamao
Pero
Mauricio había aprendido en Bahía Blanca con el negro.
Así
que ahora le debo cosas que no se perdonan.
Al
día siguiente mi padre no me habla.
–Se
supo –me dice Estela al oído.
18
En secreto Mauricio
se propone algo exorbitante: quiere ser un artista, dedicarse al Arte. Él, que no
ha podido aprobar un año del secundario, que no lee más que historietas y furtivos
libros de “educación sexual”, que mantiene con el mundo una relación tan superficial
como apasionada, se planta frente al mundo y con un gesto chiquilín de ferocidad
enuncia que quiere completar la innumerada y terrible creación, y eso con algunas
fotos sacadas en un pueblito del Ferrocarril Sur, en la República Argentina.
“Apretás
el disparador y…” ¿Y? Vaya a saber. Parecía tan saludable, tan asentado, y ahora
se le ha colado adentro algo irreparable. Un imperceptible movimiento interior,
un resorte que se mueve, que descubre una abertura y en el acto la cierra, pero
por esa abertura, ese descuido del alma, entra algo insaciable y destructor… ¿qué
es?
–Mauricio,
querido ¿qué te pasa?
–Dejame,
viejo, ya vas a ver. Esperate que le agarre la vuelta a esto y te juro que el mundo
entero se pone a vivir de nuevo, fresquito, recién hecho.
–¿Qué
mundo? Esas viejas, esas chicas de primera comunión que van a que les saqués el
escracho con eso tules, esa estupidez, esos conscriptos…
–Eso
es para vivir, pibito, ¿no te das cuenta? El mundo está acá –palmeando la Rollei
que desde entonces siempre le vi colgada al pecho–. Es cuestión de verlo. El campo
cuando sale el sol, los tipos en el boliche jugando al codillo, una muchacha nuevita
paseando por la plaza, todas esas cosas que si no las agarrás de alguna manera,
se te van para siempre.
–Es
como agarrar el agua.
–¿Y
vos no escribís tus versos? Se te ocurre una idea que te gusta y la sujetás para
que no se vaya.
–¿Pero
vos qué ponés? Un artefacto mecánico, que no piensa, que no elige. Es como decías
vos, apretás el disparador y la cámara hace lo demás. En eso no puede haber arte.
Se
ensombreció.
–Tomalo
como un chiste –dijo con rencor.
Estaba
lastimado. De golpe volvía a tener la cara que tenía cuando chico, cuando se lanzaba
contra algo que lo rechazaba, ese gesto empecinado y dolorido al mismo tiempo.
–Mostrame
algo –le dije.
19
Era la misma
laguna en la que habíamos pescado y cazado, donde nos habíamos bañado y él se había
perdido en un bote, el mismo mundo acuático de garzas y de nutrias, de juncos y
totoras.
Estaba
atardeciendo, la emulsión había fijado para siempre aquellos reflejos inasibles,
el claroscuro del crepúsculo, el agua y el viento, una olita subía y se quedaba
petrificada sin regreso, un pato silbón no iba a llegar nunca a su nido en los pajonales,
estaba fijo como un punto cardinal, letra de un alfabeto desconocido, los juncos
negros en el contraluz se inclinaban como un coro, las nubes estiradas contra el
horizonte parecías otra laguna más vasta, acaso un mar.
Era
una buena foto, por ser de un aficionado. Traté de imaginar cómo quedaría trasladada
al sepia en el suplemento dominical de La Prensa con el título “La Oración”.
Y sin embargo…
¿Qué
me inquietaba? El lugar yo lo conocía bien.
Había
sido tomado desde la loma que llamaban el Cerro, en el cuadro de la Noria. En aquella
entradita que hacía el agua a la izquierda solíamos ir a linternear con los peones.
En aquel islote lejano apareció una vez un paisano muerto.
No
sé por qué, ese sitio familiar me resultaba, de golpe, desconocido, un paisaje del
que no se vuelve, porque ya es demasiado tarde y se está muy lejos. La oscuridad
crece alrededor por segundos y el agua se vuelve cada vez más honda. Un lugar último,
un espejismo del corazón, y en todas partes estaba escrita la muerte.
Vi
la cara ansiosa de Mauricio.
–¿Qué
te pasa? –dijo.
–Nada.
¿Es la primera que sacaste?
–Sí
–ufano ahora que había sorprendido mi interés–. El año pasado, con una Kodak de
cajón, así que figurate.
Traté
de figurarme, pero no pude, Quería decirle que volviera, que no pusiera el pie ahí,
que la noche, pero era demasiado absurdo. Estábamos en su estudio, brillantemente
iluminado, y las otras fotos que me mostró eran solidariamente mediocres, empastadas,
pretenciosas.
Qué
trampa, Mauricio, qué joda.
¿No
es como una cabeza, una cámara? Una cabeza insomne, la Gorgona que mira y paraliza.
20
Cosas para decirle
a M.:
El
arte es un ordenamiento que no está previamente contenido en sus medios.
En
todo caso, si un ordenamiento así resultara artístico, el creador sería el creador
de los medios.
Míster
Eastman es el verdadero autor de todas las fotos que se sacan con una Kodak.
Si
el elemento natural no se puede subordinar o eliminar, no hay arte, como no lo hay
en la naturaleza misma.
Por
qué no te dedicás a la guitarra, vos tocabas lindo.
El
goce estético es estático.
Integritas,
consonantia, claritas.
Aristóteles.
Croce. Joyce.
21
Mauricio:
Me
cago en Croche.
Mauricio:
No,
viejo, si ya caigo. El arte es para ustedes.
Mauricio:
Si
lo puede hacer cualquiera, ya no es arte.
Mauricio:
Cómo
querés que lo tome, Negro.
Mauricio:
No
te preocupés, si ahora lo hago por morfar no más. Y por tenerlo contento al viejo.
22
–Debilidad general,
le voy a recetar un tónico –dijo el doctor Ríos guiñándome un ojo–. La patria necesita
soldados en la universidad tanto como en los cuarteles. Se avecinan tiempos, ¿eh?
Perímetro insuficiente, la libreta a la salida, salúdeme a su padre. A ver, el huevón
que sigue –la fila de hombres desnudos avanzó un paso.
A
Mauricio le tocó un regimiento en Neuquén, tuvo que dejar el negocio en manos del
boticario Ordóñez, que se lo atendía dos veces por semana.
–Un
tipo sin imaginación –me comentó después–. Te saca una foto como si fuera una radiografía.
Un accidente de tránsito, eso es una foto para él. La luz choca contra vos y rebota.
Y los estragos del accidente, esa es la foto que el tipo te ha sacado. Viejo, yo
no pongo el escracho para que me fusile un zanahoria de estos.
Ordóñez
se reía:
–Un
fotógrafo es un peluquero, un boticario, a ver si al peluquero o a mí se nos da
por hacernos los artistas.
23
fotógrafo del
regimiento, no te rías que no es chiste, vos no sabés cómo me la dieron al principio,
porque a los tipos como yo los tienen junados desde la guerra de la independencia.
me pasé los dos primeros meses entrando y saliendo del calabozo hasta que me salvó
la Roli un día que me mandaron a limpiar el jardín del mayor que estaba limpio como
una tabla, no sobraba ni faltaba yuyito. Es así como te joden, te encargan algo
que está hecho, y si te ponés a pensar te parece que estás loco. O sinó te ponen
en una punta del campo de centinela en el desierto y te dicen que no podés apolillar
y que si aparece el enemigo tenés que tirarle, pero qué enemigo, viejo, si ahí no
ha habido nunca un enemigo, y te pasas la noche pensando Soy un gil. Hasta que un
día me avivé y me dije Yo a estos los voy a joder, y me presento al teniente, Mi
teniente, quiero aprender a leer, y el tipo dice ¿Pero vos no sabías leer?, un día
te vi leyendo el diario, y yo le digo Miraba las figuritas de los chistes, y el
tipo dice por qué te presentás recién ahora, y yo le digo porque me daba vergüenza,
mi teniente. Así que entré en la clase de los analfas, todas las noches venían a
sacarme del calabozo para ir a clase y podía estirar las piernas y cuando quise
acordar el que se divertía era yo. Vos sabés qué plato, que te enseñen de nuevo,
me sentía chiquito, eme a, ma, ele o, lo, y me moría de risa. Negro, por dentro,
claro, y al principio me hice el difícil, no podía aprender a leer glo-bo aunque
el teniente dibujaba en el pizarrón un globo grande como una casa, y yo leía na-bo,
y cuando el tipo se chinchaba me hacía el fesa y le preguntaba, pero eso que dibujó,
¿no es un nabo?, y los otros puntos me meaba de la risa. Pero después fue lindo
porque empecé a entusiasmarme con la lectura y cada día leía mejor. Les saqué tres
cuerpos de ventaja a los otros grasas, el teniente estaba emocionado, me ponía de
ejemplo y les decía, Miren a este que era más bruto que todos ya casi lee de corrido,
pero ¿qué te contaba? Ah, los yuyitos del mayor, estaba sentado en ese jardín pensando
qué podía hacer, y ya iba a sacar un pino de punta para ponerlo en otra punta, cuando
aparece la hija, una pibita de doce años que era un budincito, y no sé qué me dio
que le dije; Esperate un cacho, voy a buscar la cámara y te saco. Me patiné un rollo
y la que me salió más linda la amplié en el pueblo y se la di al mayor, que se puso
tan contento, y desde ese día soy el fotógrafo oficial del regimiento. Un cacho
que te muestro, este a caballo es el mayor, no, el de arriba, y estos son los grasas
paleando nieve, uno dieciséis por el reflejo, y esa es la burra Domitila, un quinientos
de segundo, pateando a un grasa, y estos son indios. Te cobran diez mangos cada
pose, veinte si es una mina, mirá qué tetas, mirále al indio los poros en la cara,
y no se dejan sacar más de tres o cuatro porque piensan que se gastan y que si los
escrachás demasiado terminan en fantasmas. Mirá, pero mirá que venir a encontrarte
acá, Negro, así que vas a ver a los viejos, yo estuve de licencia por allá, acompáñame
hasta el andén que el mío sale antes, sí, para Zapala.
24
Estela:
Qué
suerte, pero yo sabía que te ibas a sacar sobresaliente, y por las dudas le hice
una promesa a la Virgen. Vos no creés en esas cosas, pero mirá cómo ayudó. Papá
dice que Privado es lo más difícil y que ahora tenés el camino abierto y que vas
a ser el abogado más joven de la familia. Yo lo mismo de siempre, casi no salgo,
este mes fui a un baile en el club, pero ahí no se puede entrar desde que cambiaron
la Comisión. Va demasiada “gente”, sabés. ¿Sabés quién se casó? Tu maestra de quinto,
la gorda Reforzo, se casó con el carnicero. Me ofrecieron el puesto, pero Papá no
quiso, dice que él me paga el sueldo. Claro, no se trataba de eso, pero él no quiere
transar con nada desde las últimas elecciones. Con el intendente no se saluda, cruzan
de vereda cuando se ven. Hace meses que tendría que ir a Buenos Aires para comprar
una esquiladora y un carterpilar, pero siempre lo posterga; no quiere leer los diarios
ni prender la radio para no escuchar al que te dije. Eso sí, ahora viene mucha gente
de allá a consultarlo, y se pasan horas hablando en el escritorio, a las mujeres
no nos dejan meter baza. Tu amigo M. volvió hace una semana y en seguida tuvo una
trifulca con Ordóñez. Fuimos al cine una noche, y no hizo más que hablarme del servicio
militar; después quiso llevarme al estudio y mostrarme las fotos que sacó, pero
yo no fui porque era tarde. P. D. Mamá insiste en que te hagas una escapada para
su cumpleaños. Otra: quemá esta carta, por las dudas.
25
Paulina que incendia
el pueblo.
Por
la mañana cuando pasa rumbo al colegio con ese modo de caminar que aquí nunca se
ha visto los tenderos se asoman a las puertas y las señoras que van al mercado la
azotan con los ojos.
Por
la tarde cruza la plaza en diagonal como un rápido cuchillo cortando un aire lastimado
de espesas miradas y de intenciones que se quiebran en el cancel de la viuda de
Grijera donde tiene pensión y refugio inabordable.
Así
cunde en la iconografía de los baños del Roma y el Australia.
Un
viajante dijo conocerla en Pehuajó, y los otros se rieron.
Los
domingos santifican la misa: por ella crece la feligresía.
Los
chicos más audaces de quinto aceptan monedas para llevarle inútiles mensajes. Las
madres no se explican que hayan ido a buscarla en otra parte:
–Habiendo
tantas chicas preparadas en el pueblo, que ahora vigilan a sus novios y el hijo
del intendente Bonomi ya no sabe si ama a la hija del doctor Pascuzi, pero el Chevrolet
de la intendencia suele aparecer como por casualidad, mañana y tarde, frente a las
puertas del colegio.
–No
es para tanto –dice Mauricio–, lindas piernas, lindo culito y un perfil con mucho
porvenir, pero no tiene nada acá dentro. El otro día la saqué a bailar, no hablamos
de nada, a lo mejor es tímida. ¿A vos qué te parece? No me animé a meterle mano,
como no es de acá.
26
Mamá:
Estela
no se decide a escribirte, muy desganada, no sé qué le pasa. Tal vez debió aceptar
el grado que le ofrecieron en la escuela, pero tu padre no quiso. Yo creo que una
temporada en Buenos Aires le haría bien. A lo mejor vos podés convencerla. En el
pueblo hay noticias, ¿no sé si conociste esa chica que tomó el grado en vez de Estela?
Bueno, “dicen” que anda con M. ¿Qué me contás? En mayo o junio iremos para allá,
tu padre quiere cambiar el auto. Vendió bien los últimos Hereford, ahora no quedan
más que mochos en todo el campo, que va bien, lástima que no se consigue quien trabaje.
Le quisieron meter el sindicato y los sacó carpiendo, pero hay días que no come,
de tan furioso que está. ¿Hasta cuándo, no? Todos muy contentos con tus exámenes,
ojalá que sigas así. P. D. Escribile a Estela, está triste esa chica.
27
–La locura, viejo, no creía que me iba a agarrar así. Sabés
lo que me pasa, que la miro y todo se me vuelve de ese color turquesa, esa porcelana
viva que tiene en los ojos. Después fijate esa nariz y la línea del cuello, imaginate
ese perfil a contraluz mirando al horizonte. No te rías, salame. Ahora tengo que
agarrar la máquina otra vez, pero en serio, porque esto es justo lo que yo buscaba,
con esto me curo de tanto loro que uno tiene que sacar. Es como hacerla de nuevo,
te das cuenta, línea por línea, siempre igual pero distinta. Quiero sacarle de todas
partes, de arriba, de abajo y de adentro. Y qué cuerpo, Negro, vos sabés lo que,
no quiero ni pensarlo. No, al principio yo pensaba que era pavota, pero después
que hablás un tiempo con ella, te das cuenta. Sabe de todo, hasta francés, pero
mirá qué suerte, y para colmo tiene guita.
–A
vos nunca te interesó la plata.
–¿Plata?
–masculla esa noche mi padre en el comedor–. La familia tiene casco de estancia
por el lado de Lobos, hipotecado hasta las raíces del último sauce.
¿Por
qué te creés que la mandan a trabajar?
La
mirada de mi madre se derrama en sucesivas, protectoras ondas sobre la cabeza gacha
de Estela, concentrada en la sopa.
28
Detrás una arboleda
y a la izquierda el laguito artificial que tuvieron que hacerle a la Diana bizca
de mármol para que no la mancharan con alquitrán y en todas partes la luz derramada
como un polen. Mauricio tiene la cara levemente echada para atrás, con una sonrisa
pensada, entre viril y tierna, dominante y protectora, mientras pasa el brazo por
la cintura de Paulina, separada treinta centímetros por lo menos, aunque inclina
la cabeza hacia el hombro de él, y así parece más cercana. Los dedos de esa mano
la ciñen con fuerza, pero se adivina que están confinados a ese estricto paralelo
de horizonte único, y que para arriba y para abajo hay una zona por ahora inexpugnable,
donde se estrella cualquier ímpetu, momentáneo o calculado, mientras Mauricio no
se haga sacar por el boticario Ordóñez esa otra gran foto donde aparecerá un poco
más rígido y mucho más decidido, vestido de azul o de negro, y a su lado una gran
mariposa blanca que entre tules sonríe una definitiva sonrisa de amor y perplejidad.
29
…el doctor Jacinto
Tolosa (h), hijo del caracterizado vecino y hacendado, quien esta noche será agasajado
en la sede del Club Social con el doble y venturoso motivo de la culminación de
sus estudios universitarios y la publicación de su primer libro de poemas. (Foto
Mauricio.)
30
–No, querido,
ponete ahí. Eso, justo a tu vi… tu padre, Gracias. No, esperame, otra brindando.
Un cacho, un cacho, te saco con Paulina. Bailando, sí, salen todos duros. Agarrala
bien, melón, no me la despreciés.
Ojo,
no tanto, jajajá, eso es, mi hermano. No sabés lo contento que estoy. Negro, lo
contento.
31
Estaba esperando
este día. A veces pensé que me iba a morir sin verlo. Ahora habrá que poner un poco
de orden. Ese hombre echó a perder a la gente, ya no hay moral, ni respeto ni nada.
Yo soy viejo, pero vos tenés un lugar que ocupar, una línea que seguir. Vas a cambiar
de partido porque el nuestro se murió. Muchos años de refriega, de desgastes. Eso
te va a dar una aureola de entrada, a la gente le gusta que los hijos enfrenten
a los padres, siempre que sea con respeto, es claro. Cuando hables de los valores
caducos, van a pensar que te referís a mí, poné un poco de sentimiento en eso. En
dos años te puedo sacar diputado provincial, sin apuro, porque los apurados se van
a quemar.
Acordate
que la pelota se patea en Buenos Aires, pero el pie se apoya aquí. Tenés que conocer
a la gente, los chacareros, los acopiadores, los comisionistas, resolverles problemas
y pleitos, sacar presos. No te fijés de qué partido son los presos. Vamos a abrirte
un estudio en el pueblo, ya lo tengo conversado. Ah, decile al mayor Feriño que
ahí le mando los máuseres, por aquí no hubo que usarlos. Anticipale que no voy a
ser comisionado, pero que le recomiendo al doctor Gomara. Es radical y va a ser
tu socio en el estudio. Eso no se lo digas. Que lo espero a cenar mañana, decile.
Otra cosa, empezá a fijarte en esos contratos de arrendamiento que les dio el tipo,
yo no he querido mirarlos en todos estos años, pero me vendría bien desocupar esos
cuadros.
32
De golpe te pusiste
raro otra vez, parecía que no ibas a poder descansar más, la mirada se te iba para
adentro, tenías como un asma, un jadeo, andabas a contrapelo del tiempo, querías
llegar antes, dar un salto y estar vos solo en el lunes que viene o dentro de un
año.
Mirabas
el sol con rabia, el orden, los mostradores, los formularios, sudabas en invierno,
tenías como un tajo blanco en la frente, donde te fajaron en Bahía, una cuña, volviste
a buscar roña, le pegaste a un borracho, “La mano ahí” le dijiste a un hacendado
y lo sacaste conteniéndose los huevos.
Las
novias y los cadetes se volvieron amarillos en la vidriera, el neón se desangró,
las placas se velaban, las lentes se pudrían como ojos enfermos, el gusano del mundo
nadaba en las cubetas, cada línea recta se corrompía y vos te tocabas la cabeza.
–No
duermo, Negro, no sé qué me pasa, no duermo, ni como, ni cago.
Una
mañana te esperaron dos viejas y una comulgante, pero vos no abriste, tenías un
peludo padre y a esa hora la vieja Carmen te curaba con salmuera las patadas que
te dieron entre todos. Ordóñez hizo un letrerito que decía:
VACACIONES
Ahora
es ella que está frente a mí y dice:
–Usted,
que lo conoce tanto.
Y
en la luz de la media mañana, que entra exacta y oblicua por la ventana de mi estudio,
una lágrima micrométrica tiembla sin caer en cada hilera de pestañas, como puesta
a pincel sobre la ordenada, conmovedora desolación de la cara que nunca estuvo tan
hermosa, Paulina, y usted qué quiere que yo haga.
…participan
a usted el enlace de su hija Estela con el doctor Pedro Gomara en la iglesia parroquial
y recibirán a usted…
–Besame
fuerte –dice Estela– y deseame suerte.
Besame
fuerte y deseame suerte. Fuerte, suerte –llora.
El
sombrero de mi madre cubre el mundo.
34
Volvió diciendo.
Hay que quemar todas las naves, vos has visto, las vecortas zumbaban como abejas.
Pero Mauricio, qué naves vas a quemar acá, para eso hace falta un escenario, un
mar.
–No
me cargués, Negro –dijo remoto y sombrío como la noche–. No me cargués, fuimos amigos
desde pibes, fijate bien que estoy jodido. Hice mal en volver, no ahora, entendeme,
aquella vez cuando puse el negocio. Antes la gente pensaba que estaba tocado, me
veían correr de un lado para otro, es que tendría que seguir corriendo, tengo un
julepe que me muero. A lo mejor todo viene de aquella vez que me caí cuando era
un pendejo y me golpié la nuca y nadie vio lo que pasaba adentro. Vos viste cómo
era que no podía estarme quieto, pero no sabés por qué. Es que de golpe me agarraban
esas ganas de gritar y correr, sentía un ácido en los pulmones, por mí hubiera seguido
corriendo hasta La Quiaca. Hasta que saqué esa foto y me calmé, pensé que ahí a
lo mejor había salida, que yo tenía una mirada, sabes, y que esa era mi mirada,
y el viejo me puso el negocio. Yo quería devolverles algo, mostrar, no sé lo que
te digo, pero mostrar el mundo en cuadritos de papel, que se pararan a mirarlo como
yo y vieran que no era tan sencillo, que eso tenía su vuelta nadie la estaba viendo.
Entonces viniste vos y me convenciste que no, pero no me convenciste del todo porque
vino ella y me agarró la cosa otra vez, o a lo mejor fue cuando hacía la colimba
y saqué a la pibita del mayor, no sé si te acordás. Pero Paulina piensa igual que
vos, igual que Ordóñez, igual que el viejo, pero lo que pasa, Negro, lo que pasa,
es que yo no me puedo quedar quieto frente a lo que veo, tengo que hacer algo, y
todos me dicen que no, de golpe me siento como atado, y hasta las cosas se te ponen
en contra, los negativos se rayan la luz no funciona, no te rías, yo te digo que
la luz no funciona como antes, no camina en línea recta, se vuelca de las cosas
como un líquido pegajoso, está cansada de
andar y nada la contiene, el mundo está podrido y en sueños me deshago a pedacitos
y doy mal olor como si estuviera muerto. Me han jodido entre todos, eso es lo que
pasa. Vos, el viejo y Paulina.
Lo
arrastré hasta lo de Ordóñez, que le quiso dar bromuro. Mauricio pensó que era chiste.
35
Paulina:
a) Ahora ya no
hacemos más que pelear, a veces creo que me odia.
b)
Al principio era tan distinto, daba gusto mirarlo porque estaba lleno de alegría.
c)
La desgracia es que lo quiero. En marzo íbamos a comprar los muebles.
d)
Hay cosas que una mujer no puede tolerar. Una cosa es ser liberal, yo creo que no
soy ninguna mojigata.
e)
Quería fotografiarme desnuda.
f)
No sé por qué le cuento estas cosas. Estoy sola en el pueblo, usted es el único
amigo que tengo.
36
Abre una lente
de noche y las estrellas impresionan en la placa sus órbitas perfectas, iguales
a las de otros millones de placas, ni la nova, ni el cometa, ni el derrumbe de constelaciones,
¿qué hacés ahí, muriéndote de frío?, Dejame, Negro, no te metas conmigo.
Anda
al acecho tras los bancos de la plaza, en el ojo de las cerraduras, en la penumbra
de los boliches, se prolonga en las paralelas de los trenes las verticales del junco,
se agazapa en el campanario, buscando el momento en que la noche se convierte en
día, el adoquín en luciérnaga, el deseo en odio interminable, como si quisiera parar
el mundo y numerarlo, restañar la gran herida del tiempo por donde sangran los hombres,
frenar la corrupción que gotea de cada mirada, que nadie se mueva, va a salir el
Pajarito.
Mauricio,
que era el rey de la joda. Ahora lo llaman: el Loco.
37
Asimismo deberá
tener en cuenta Su Señoría que al vencimiento de los contratos inconstitucional
y arbitrariamente prorrogados ufa qué calor esos campos estaban en óptimas condiciones
de explotación, situación que ya no existe pues la incuria de los arrendatarios
tendría que abrir la ventana en diez años de ilegítima ocupación dejó caer las mejoras
introducidas limitándose al cómodo usufructo de la tierra sin rotas los cultivos
ni usar qué cosa ni usar plaguicidas ni fertilizantes linda noche para estar trabajando
aquí el viejo podría ponerme aire acondicionado ahora tengo que poner además el
lucro cesante la función social de la tierra no eso lo decía el otro qué bochinche
están armando ahí afuera.
El
febril taconeo se detiene, ahora golpean la puerta, una voz gime que le abra por
favor y cuando corro el pestillo es Paulina, aterrada y deshecha, con el vestido
roto, que cae en mis brazos.
–Cierre
–dice en un murmullo–. Me quiere matar.
La
llevo al sofá y como no puedo verla llorar la beso en los ojos, y luego en la boca,
mientras Mauricio patea la puerta en la noche gritándome que salga hasta que al
fin se cansa y se sienta en la vereda donde de a ratos ríe y de a ratos entona una
incomprensible cantinela de borracho.
38
Fue el matrimonio
Bibiloni el que al salir del Select punteó por la Colón y vio primero que nadie
el humo que salía del negocio de Mauricio y las llamas que lamían la vidriera. La
película había sido mala y el público gozó en secreto con aquel espectáculo supernumerario.
En seguida se vio que era un fuego robusto, seguro de sus intenciones, con decenas
de brazos que asomaban en imprevistos saludos por las claraboyas o lanzaban al cielo
de la terraza grandes puñados de esplendor naranja. El comisario Barraza vino a
estudiar la situación y alguien le armó el brazo con un hacha.
Eso
permitió voltear la puerta, pero no entrar; ver algo de lo que pasaba adentro, pero
no impedirlo. Cámaras y trípodes se licuaban, rollos de películas estallaban en
ardientes impromptus, flagrantes rostros terminaban de negarse en los negativos
y, como dijo al día siguiente La Tribuna, allí se perdieron siete años
de la historia gráfica del pueblo al que Mauricio mató simbólicamente (explicación
del doctor Pascuzi).
Cuando
pasé en el auto con Paulina, los bomberos voluntarios exprimían tres mangueras de
jardín que lanzaban tres arcos de pipí sobre el proliferante demonio mitológico
que jugaba entre vigas derrumbadas un incontenible juego de subibaja, de arranques
y ensimismamientos, de repentinas corridas hacia la calle que alejaban a los curiosos.
No se podía hacer nada. Abracé a Paulina que miraba fascinada y la llevé a la estancia.
Mi madre le dio un té de valeriana y la acostó en el cuarto de Estela.
39
Ahora la voz
de mi padre que suena en la temprana galería, tranquila pero más alta, más cortante
que de costumbre, hablando con el hombre de a caballo que grita y gesticula. Me
levanto, me visto casi a ciegas y cuando salgo y veo la cara cetrina y ahora pálida
de Roque que con el rebenque señala a su espalda, lejos, creo que ya sé todo lo
que ha pasado.
Mi
padre pone la camioneta en marcha, deja una portezuela abierta por donde subo a
la carrera y en el camino nos separa un silencio más grande que el campo tendido.
Media hora después estamos en el Cerro, y a la orilla de la laguna los hijos y la
mujer de Roque rodean algo caído, que es Mauricio con un agujero en la cabeza y
un revólver en la mano.
Atenta
y fija sobre sus tres patas de metal clavadas en la arena la Rollei brilla en el
sol de la mañana y en su ojo azul se resume la laguna.
–Podría
haber elegido otro lugar –dice mi padre.
40
Es la misma laguna
en la que habíamos pescado y cazado donde nos habíamos bañado y vos te perdiste
en un bote, el mismo lugar donde íbamos a linternear con los peones y vos encontraste
un gliptodonte. Solo que ahora viene amaneciendo y todo está liso y manso, el agua
quieta y las estrías del sol entre las nubes.
Lo
que no sé, Mauricio, es por qué te estás riendo y qué hacés con el revólver; por
qué le has puesto un hilo atado al gatillo que viene hasta el disparador de la cámara
donde trato de meterme para ver qué estás haciendo y qué es eso que te borra un
costado de la sien.
El
laboratorio dice que el negativo es defectuoso y que no se pudo mejorar la copia.
Pero yo pienso vos buscaste ese efecto y que por algo te tomaste ese trabajo del
piolín que da la vuelta a un poste y dispara al mismo tiempo las dos cosas. Un truco
vulgar, aunque a vos te cause gracia.
Yo te dije adónde llevaba ese camino pero vos no quisiste hacerme caso. Creo que
hice por vos todo lo que pude y que esta decisión que vos tomaste no es la manera
mejor de agradecerme. Pero vos sabrás por qué lo hiciste.
41
…la señorita
Paulina Rivas y el doctor Jacinto Tolosa (h) cuyo enlace fue bendecito ayer en la
parroquia local. La feliz pareja se alejará de nuestro medio, al que la ligan tantos
gratos recuerdos, para radicarse en el partido de Lobos, donde el joven jurisconsulto
seguirá poniendo al servicio de la política y de la producción agropecuaria, bases
de la grandeza del país, las dotes de energía y patriotismo que caracterizan a su
padre. (Foto Ordóñez.)
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