Juan José Arreola
Después de una larga experiencia,
los agricultores llegaron a la conclusión de que la única arma eficaz contra el
topo es el agujero. Hay que atrapar al enemigo en su propio sistema.
En
la lucha contra el topo se usan ahora unos agujeros que alcanzan el centro volcánico
de la tierra. Los topos caen en ellos por docenas y no hace falta decir que mueren
irremisiblemente carbonizados.
Tales
agujeros tienen una apariencia inocente. Los topos, cortos de vista, los confunden
con facilidad. Más bien se diría que los prefieren, guiados por una profunda atracción.
Se les ve dirigirse en fila solemne hacia la muerte espantosa, que pone a sus intrincadas
costumbres un desenlace vertical.
Recientemente
se ha demostrado que basta un agujero definitivo por cada seis hectáreas de terreno
invadido.
No hay comentarios:
Publicar un comentario