Juan José Arreola
Dondequiera que la presencia
de la mujer es difícil, onerosa o perjudicial, ya sea en la alcoba del soltero,
ya en el campo de concentración, el empleo de Plastisex©, es sumamente recomendable.
El ejército y la marina, así como algunos directores de establecimientos penales
y docentes, proporcionan a los reclusos el servicio de estas atractivas e higiénicas
criaturas.
Ahora
nos dirigimos a usted, dichoso o desafortunado en el amor. Le proponemos la mujer
que ha soñado toda la vida: se maneja por medio de controles automáticos y está
hecha de materiales sintéticos que reproducen a voluntad las características más
superficiales o recónditas de la belleza femenina. Alta y delgada, menuda y redonda,
rubia o morena, pelirroja o platinada: todas están en el mercado. Ponemos a su disposición
un ejército de artistas plásticos, expertos en la cultura y el diseño, la pintura
y el dibujo; hábiles artesanos del moldeado y el vaciado; técnicos en cibernética
y electrónica, pueden desatar para usted una momia de la decimoctava dinastía o
sacarle de la tina a la más rutilante estrella de cine, salpicada todavía por el
agua y las sales del baño matinal.
Tenemos
listas para ser enviadas todas las bellezas famosas del pasado y del presente, pero
atendemos cualquier solicitud y fabricamos modelos especiales. Si los encantos de
Madame Recamier no le bastan para olvidar a la que lo dejó plantado, envíenos fotografías,
documentos, medidas, prendas de vestir y descripciones entusiastas. Ella quedará
a sus órdenes mediante un tablero de controles no más difícil de manejar que los
botones de un televisor.
Si
usted quiere y dispone de recursos suficientes, ella puede tener ojos de esmeralda,
de turquesa o de azabache legítimo, labios de coral o de rubí, dientes de perlas
y… etcétera, etcétera. Nuestras damas son totalmente indeformables e inarrugables,
conservan la suavidad de su tez y la turgencia de sus líneas, dicen que sí en todos
los idiomas vivos y muertos de la tierra, cantan y se mueven al compás de los ritmos
de moda. El rostro se presenta maquillado de acuerdo con los modelos originales,
paro pueden hacerse toda clase de variantes, al gusto de cada quien, mediante los
cosméticos apropiados.
La
boca, las fosas nasales, la cara interna de los párpados y las demás regiones mucosas,
están hechas con suavísima esponja saturada con sustancias nutritivas y estuosas,
de viscosidad variable y con diferentes índices afrodisíacos y vitamínicos, extraídas
de algas marinas y plantas medicinales. “Hay leche y miel bajo tu lengua…”, dice
el Cantar de los cantares. Usted puede emular los placeres de Salomón; haga
una mixtura con leche de cabra y miel de avispas; llene con ella el depósito craneano
de su Plastisex©, sazónela al oporto o al benedictine: sentirá que los ríos del
paraíso fluyen a su boca en el largo beso alimenticio. (Hasta ahora, nos hemos reservado
bajo patente el derecho de adaptar las glándulas mamarias como redomas de licor.)
Nuestras
venus están garantizadas para un servicio perfecto de diez años -duración promedio
de cualquier esposa-, salvo los casos en que sean sometidas a prácticas anormales
de sadismo. Como en todas las de carne y hueso, su peso es rigurosamente específico
y el noventa por ciento corresponde al agua que circula por las finísimas burbujas
de su cuerpo esponjado, caldeada por un sistema venoso de calefacción eléctrica.
Así se obtiene la ilusión perfecta del desplazamiento de los músculos bajo la piel,
y el equilibrio hidrostático de las masas carnosas durante el movimiento. Cuando
el termostato se lleva a un grado de temperatura febril, una tenue exudación salina
aflora a la superficie cutánea. El agua no sólo cumple funciones físicas de plasticidad
variable, sino también claramente fisiológicas e higiénicas: haciéndola fluir intensamente
de dentro hacia fuera, asegura la limpieza rápida y completa de las Plastisex©.
Un
armazón de magnesio, irrompible hasta en los más apasionados abrazos y finamente
diseñado a partir del esqueleto humano, asegura con propiedad todos los movimientos
y posiciones de la Plastisex©. Con un poco de práctica, se puede bailar, luchar,
hacer ejercicios gimnásticos o acrobáticos y producir en su cuerpo reacciones de
acogida o rechazo más o menos enérgicas. (Aunque sumisas, las Plastisex© son sumamente
vigorosas, ya que están equipadas con un motor eléctrico de medio caballo de fuerza.)
Por
lo que se refiere a la cabellera y demás vegetaciones pilosas, hemos logrado producir
una fibra de acetato que tiene las características del pelaje femenino, y que lo
supera en belleza, textura y elasticidad. ¿Es usted aficionado a los placeres del
olfato? Sintonice entonces la escala de los olores. Desde el tenue aroma axilar
hecho a base de sándalo y almizcle, hasta las más recias emanaciones de la mujer
asoleada y deportiva: ácido butírico puro, o los más quintaesenciados productos
de la perfumería moderna. Embriáguese a su gusto.
La
gama olfativa se extiende naturalmente hasta el aliento, sí, porque nuestras venus
respiran acompasada o agitadamente. Un regulador asegura la curva creciente de sus
anhelos, desde el suspiro al gemido, mediante el ritmo controlable de sus canjes
respiratorios. Automáticamente el corazón acompasa la fuerza y la velocidad de sus
latidos…
En
la rama de accesorios, la Plastisex© rivaliza en vestuario y ornato con el atuendo
de las señoras más distinguidas. Desnuda, es sencillamente insuperable: púber o
impúber, en la flor de la juventud o con todas las opulencias maduras del otoño,
según el matiz peculiar de cada raza o mestizaje.
Para
los amantes celosos, hemos superado el antiguo ideal del cinturón de castidad: un
estuche de cuerpo entero que convierte a cada mujer en una fortaleza de acero inexpugnable.
Y por lo que toca a la virginidad, cada Plastisex© va provista de un dispositivo
que no puede violar más que usted mismo, el himen plástico que es un verdadero sello
de garantía. Tan fiel al original, que al ser destruido se contrae sobre sí mismo
y reproduce las excrecencias coralinas llamadas carúnculas mirtiformes.
Siguiendo
la inflexible línea de ética comercial que nos hemos trazado, nos interesa denunciar
los rumores, más o menos encubiertos, que algunos clientes neuróticos han hecho
circular a propósito de nuestra venus. Se dice que hemos creado una mujer tan perfecta,
que varios modelos, ardientemente amados por hombres solitarios, han quedado encinta
y que otros sufren ciertos trastornos periódicos. Nada más falso. Aunque nuestro
departamento de investigación trabaja a toda capacidad y con un presupuesto triplicado,
no podemos jactamos todavía de haber librado a la mujer de tan graves servidumbres.
Desgraciadamente, no es fácil desmentir con la misma energía la noticia publicada
por un periódico irresponsable, acerca de que un joven inexperto murió asfixiado
en brazos de una mujer de plástico. Sin negar la posibilidad de semejante accidente,
afirmamos que sólo puede ocurrir en virtud de un imperdonable descuido.
El
aspecto moral de nuestra industria ha sido hasta ahora insuficientemente interpretado.
Junto a los sociólogos que nos alaban por haber asestado un duro golpe a la prostitución
(en Marsella hay una casa a la que ya no podemos llamar de mala nota porque funciona
exclusivamente a base de Plastisex©), hay otros que nos acusan de fomentar maniáticos
afectados de infantilismo. Semejantes timoratos olvidan adrede las cualidades de
nuestro invento, que lejos de limitarse al goce físico, asegura dilectos placeres
intelectuales y estéticos a cada uno de los afortunados usuarios.
Como
era de esperarse, las sectas religiosas han reaccionado de modo muy diverso ante
el problema. Las iglesias más conservadoras siguen apoyando implacablemente el hábito
de la abstinencia, y a lo sumo se limitan a calificar como pecado venial el que
se comete en objeto inanimado (!). Pero una secta disidente de los mormones ha celebrado
ya numerosos matrimonios entre progresistas caballeros humanos y encantadoras muñecas
de material sintético. Aunque reservamos nuestra opinión acerca de esas uniones
ilícitas para el vulgo, nos es muy grato participar que hasta el día de hoy todas
han sido generalmente felices. Sólo en casos aislados algún esposo ha solicitado
modificaciones o perfeccionamientos de detalle en su mujer, sin que se registre
una sola sustitución que equivalga a divorcio. Es también frecuente el caso de clientes
antiguamente casados que nos solicitan copias fieles de sus esposas (generalmente
con algunos retoques), a fin de servirse de ellas sin traicionarlas en ocasiones
de enfermedades graves o pasajeras, y durante ausencias prolongadas e involuntarias,
que incluyen el abandono y la muerte.
Como
objeto de goce, la Plastisex© debe ser empleada de modo mesurado y prudente, tal
como la sabiduría popular aconseja respecto a nuestra compañera tradicional. Normalmente
utilizado, su débito asegura la salud y el bienestar del hombre, cualquiera que
sea su edad y complexión. Y por lo que se refiere a los gastos de inversión y mantenimiento,
la Plastisex© se paga ella sola. Consume tanta electricidad como un refrigerador,
se puede enchufar en cualquier contacto doméstico, y equipada con sus más valiosos
aditamentos pronto resulta mucho más económica que una esposa común y corriente.
Es inerte o activa, locuaz o silenciosa a voluntad, y se puede guardar en el closet.
Lejos
de representar una amenaza para la sociedad, la venus Plastisex© resulta una aliada
poderosa en la lucha por la restauración de los valores humanos. En vez de disminuirla
engrandece y dignifica a la mujer, arrebatándole su papel de instrumento placentero,
de sexófora, para emplear un término clásico. En lugar de mercancía deprimente,
costosa o insalubre, nuestras prójimas se convertirán en seres capaces de desarrollar
sus posibilidades creadoras hasta un alto grado de perfección.
Al
popularizarse el uso de la Plastisex©, asistiremos a la eclosión del genio femenino,
tan largamente esperada. Y las mujeres, libres ya de sus obligaciones tradicionalmente
eróticas, instalarán para siempre en su belleza transitoria el puro reino del espíritu.
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