Julio Torri
Don Juan… por quien olvidan las cortesanas
parisienses de moda sus ahorros en el Banco de Francia. Rey norteamericano de una
industria como la del acero y el petróleo, la trata de blancas. En México galopa
camino de la Sierra con una mujer desmayada entre los brazos. Es en España, su país
natal, un señorito a quien castigará el cielo cualquier día por sus grandes infamias.
Duro vengador de hombres
y símbolo de energía mediterránea, pasa ante los varones que le envidian y las hembras
que por él se pierden, con la levedad de una figura de mito y la gracia de un mancebo
pintado en ático vaso. (¡Oh Keats, las melodías no escuchadas son menos dulces que
tu oda inmortal!)
Victorioso y risueño
–diríase que bajaba del tálamo de una deidad– con ligero paso se dirige al cementerio.
Viste de negro, y en una ciudad de deportistas y dandies pasaría inadvertido.
Sus ojos grises –feroces para tantas heroínas llorosas– miran ahora distraídamente.
Una sonrisa ilumina el rostro, como aquellas que fueron compradas con el dolor de
toda una vida.
Mal sujeto a todas luces,
sólo tolera los mejores momentos del trato femenino. Cínico, despoja al amor de
su prestigio romántico. Con decisión y aplomo espera su condenación, porque los
avisos del criado, a pesar de todo, procedían del cielo.
Taimadas garduñas e
hijos de pega consumirán su hacienda y acibararán su solitaria vejez; pero nada
le arredra, ni las llamas del infierno, ni siquiera las molestias de su celebridad
equívoca.
Entre fotógrafos y reporteros,
curiosos y badulaques de toda laya, cruza la puerta del camposanto, con una corona
de flores al brazo. Conmovido, como se conmueven las gentes de buen tono; ágil,
con mucho de felino en el paso y algo de hastío elegante en la figura; al modo de
quien cumple uno de tantos deberes sociales, pura fórmula desprovista ya de contenido
y significación, deposita con impertinente gracia una corona de siemprevivas en
la tumba de la amada desconocida, la pobre muchacha sin nombre que no reclamó eternidad
al caballero despiadado de los fugaces amores.
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