Ramón Gómez de la Serna
Leía
todas las oraciones de todas las biblias, de todos los libros sagrados, rezaba
a todos los dioses y era zoólatra, idólatra, politeísta y monoteísta… Todo el
día lo dedicaba a todos los cultos.
Y murió, y al entrar en el reino de las
sombras se encontró con un Dios que no estaba citado en ninguna de sus
teogonías, un Dios extraño y callado que le cogió y le amasó en la masa común,
otra vez en el barro común.
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