lunes, 20 de junio de 2022

Cuando lleguemos…

Tomás Rivera

 

Como a las cuatro de la mañana se descompuso la troca. Toda la noche les había hipnotizado el chillido de las llantas sobre el pavimento. Cuando se detuvo, despertaron. El silencio les avisaba que algo había pasado. La troca venía calentándose mucho y luego que se pararon y examinaron el motor se dieron cuenta de que casi se les había quemado el motor. Ya no quiso arrancarse. Tendrían que quedarse allí hasta que amaneciera completamente y luego podrían pedir un levantón para el siguiente pueblo. Dentro de la troca la gente de primero se había despertado y luego se cruzaron varias conversaciones. Luego en lo oscuro se habían empezado a cerrar los ojos y se puso todo tan silencio que hasta se oían los grillos. Unos estaban dormidos, otros estaban pensando.

 

–de abuena suerte que se paró aquí la troca. Me dolía mucho el estómago desde hace rato pero cuando hubiera llegado a la ventana para avisarles hubiera tenido que despertar a una cantidad de gente. Pero, todavía no se ve nada, casi. Bueno, me voy a bajar a ver si encuentro alguna labor o un diche donde pueda ir para afuera. Yo creo que me hizo mal el chile que me comí, tan picoso que estaba, y por no dejarlo. Ojalá y la vieja vaya bien allí con el niño cargado.

 

–Este chofer que traemos este año sí es de los buenos. Le da parejito. No se para para nada. Nomás echa gasolina y dale. Ya llevamos más de veinte y cuatro horas de camino. Ya debemos de estar cerca de Dimoins. Cómo quisiera sentarme un ratito siquiera. Me abajara y me acostara al lado del camino pero no sabe uno si hay alguna víbora o algún animal. Antes de dormirme parado sentía que se me doblaban las corvas. Pero, yo creo que se acostumbra el cuerpo luego, luego porque ya no se me hace tan duro. Los niños sí se han de cansar yendo allí paraditos. Ni de dónde cogerse. Uno de grande siquiera puede cogerse del barrote del centro que detiene la lona. Y no vamos tan apretados como en otras. Yo creo que a lo más llevaremos unas cuarenta personas. Recuerdo una vez, cuando vine con aquel montón de mojados, éramos más de sesenta. No pódía uno ni fumar.

 

–Pero qué vieja tan más bruta. Cómo se le pone a tirar la mantilla allá delante de la troca. Se vino resbalando por toda la lona y de abuenas que traía anteojos si no hasta los ojos me los hubiera llenado de cagada. Qué vieja tan bruta. ¿A quién se le pone hacer eso? ¿Qué no se le alcanzaba que iba a volar todo el mugrero para los que veníamos parados? ¿Por qué no se esperaba hasta que llegáramos a alguna estación de gasolina y el no haber dejado allí todo el mugrero?

 

–Se quedó el negrito asustado cuando le pedí los 54 jamborgues. A las dos de la mañana. Y como entré solo en el restaurante y muy seguro no vio que se paró la troca cargada de gente. Nomás se le saltaron los ojos… at two o’clock in the morning, hamburgers? Fifty-four of them? Man, you must eat one hell of a lot. Es que la gente no había comido y dijo el chofer que para no parar tanto y gastar tanto tiempo, que sólo uno se abajara y pidiera para todos. Se quedó asustado el negrito. No me podía creer lo que le había pedido. Que quería 54. A las dos de la mañana y con hambre se puede uno comer muy bien los jamborgues.

 

–¡Éste es el último pinche año que vengo para acá! Nomás que lleguemos al rancho y me voy a ir a la chingada. Me voy a ir a buscar un jale a minneapolis. ¡Pura madre que vuelvo a tejas! Acá siquiera se puede ganar la vida de mejor manera. Voy a buscar a mi tío, a ver si me consigue una chamba en el hotel donde él trabaja de belboy. A lo mejor me dan quebrada allí o en otro hotel. Y luego a las bolillas nomás de conseguírmelas.

 

–Si nos va bien este año a ver si nos compramos un carrito para ya no andar así como vacas. Ya están grandes las muchachas y ya les da pena a las niñas. A veces hay buenas compras por allí en los garajes. Voy a hablar con mi compadre, él ya conoce algunos de los viejos que venden carros. Me voy a conseguir uno que me guste aunque esté viejo y de segunda mano. Ya estoy cansado de venir para acá en troca. El compadre se llevó buen carro el año pasado. Si nos va bien en la cebolla, me compro uno que esté a lo menos pasadero. Enseño a m’ijo a manejar y él se lo puede llevar hasta tejas. A ver si no se pierde como mi sobrino, por no preguntar fueron a dar a nuevo méxico en lugar de a tejas. O si no le digo a Mundo que lo maneje y no le cobro el pasaje. A ver si quiere.

 

–con el dinero que me prestó el señor tomson tenemos para comer a lo menos unos dos meses. Para entonces nos llega el dinero del betabel. A ver si no nos endrogamos mucho. Me emprestó doscientos pesos pero para cuando paga uno los pasajes se le va la mitad casi, con eso de que ya me cobran por los niños el medio precio. Y luego cuando regrese le tengo que pagar lo doble. Cuatrocientos pesos. Es mucho interés pero ni modo, cuando uno lo necesita ni para qué buscarle. Me han dicho que lo reporte porque es mucho el interés, pero ya tiene hasta los papeles de la casa. Ojalá y nos vaya bien en el betabel, si no nos vamos a quedar en el aire. Tenemos que juntar para pagarle los cuatrocientos. Luego a ver si nos queda algo. Y éstos ya necesitan ir a la escuela. No sé, ojalá y nos vaya bien, si no quién sabe cómo le iremos a hacer. Nomás le pido a Diosito que haya trabajo.

 

–pinche vida, pinche vida, pinche vida, pinche vida, por pendejos, por pendejos, por pendejos. Somos una bola de pendejos. Chingueasumadre toda la pinche vida. Ésta es la última vez que vengo así como una pinche bestia parado todo el camino. Nomás que lleguemos me voy a minneapolis, afuerza hallo allí algo que hacer donde no tenga que andar como un pinche buey. Pinche vida, un día de estos me la van a pelar todos. Chinguesumadre, por pendejo.

 

–pobre viejo ha de venir bien cansado ya, parado todo el viaje. Hace rato lo vi que iba cabeceando. Y ni cómo ayudarle con estos dos que llevo en los brazos. Ya quisiera que hubiéramos llegado para acostarnos aunque sea en el piso bien duro. Estos niños son puro trabajo. Ojalá y le pueda ayudar con algo en la labor pero se me hace que este año, con estos güerquitos, no voy a poder hacer nada. Les tengo que dar de mamar cada rato y luego que están muy chicos todavía. Que ya estuvieran más grandecitos. Comoquiera le voy a hacer la lucha para ayudarlo. Aunque sea en ratitos. Ah qué mi viejo, apenas están chiquititos y él ya quisiera que fueran a la escuela. Ojalá y le pueda ayudar. Dios quiera y le pueda ayudar.

 

–De aquí se ven a toda madre las estrellas. Parece que se bajan a tocar la lona de la troca. Bueno, ni parece que hay gente dentro. Casi no hay tráfico a esta hora. De vez en cuando pasa un tráiler. Lo silencio de la madrugada hace que todo esté como de seda. Y ahora, ¿con qué me limpio? ¿Por qué no sería mejor todo el tiempo de madrugada? Aquí vamos a estar hasta el mediodía, de seguro. Para cuando consigan ayuda en el pueblo y luego para cuando arreglen el motor. Que se quedara de madrugada ni quién dijera nada. Voy a estar viendo el cielo hasta que se desaparezca la última estrella. ¿Cuántos más estarán viendo la misma estrella? ¿Cuántos más estarán pensando que cuántos estarán viendo la misma estrella? Está tan silencio que hasta se me parece que los grillos les están hablando a ellas.

 

–Chingada troca, ya es pura mortificación con esta troca. Cuando lleguemos ahí la gente que se las averigüe como pueda. Yo nomás la voy a repartir a los rancheros y me voy a la chingada. Además no tenemos ningún contrato. Ellos se podrán conseguir con quién regresarse para tejas. Vendrá alguien de seguro y se los levanta. El betabel ya no deja nada de dinero. Lo mejor es regresarme a tejas nomás que deje a la gente y a ver cómo me va cargando sandía. Ya mero se llega la sandía. Y ahora falta que en este pinche pueblo no puedan componer la troca. ¿Y entonces qué chingaos hago? Nomás que no me vaya a venir a joder la chota a que me mueva de aquí. Ya ni la jodieron en aquel pueblo. Si ni nos paramos y como quiera vino la chota y nos alcanzó para decirnos que no quería que nos quedáramos allí. Yo creo nomás quería aventarse con los del pueblo. Pero si ni nos paramos en su pinche pueblo. Cuando lleguemos, nomás que los reparta y me devuelvo. Cada quien para su santo.

 

–cuando lleguemos a ver si consigo una cama buena para mi vieja, ya le molestan mucho los riñones. Nomás que no nos vaya a tocar un gallinero como el del año pasado con piso de cemento. Aunque le echábamos paja ya nomás que entre el frío y no se aguanta. Por eso me entraron pesado las riumas a mí, estoy seguro.

 

–cuando lleguemos, cuando lleguemos, ya, la mera verdad estoy cansado de llegar. Es la misma cosa llegar que partir porque apenas llegamos y… la mera verdad estoy cansado de llegar. Mejor debería decir, cuando no lleguemos porque esa es la mera verdad. Nunca llegamos.

 

–Cuando lleguemos, cuando lleguemos…

 

Los grillos empezaron a dejar de chirriar poco a poco. Parecía como que se estaban cansando y el amanecer también empezó a verificar los objetos con mucho cuidado y lentamente como para que no se diera cuenta nadie de lo que estaba pasando. La gente se volvía gente. Empezaron a bajar de la troca y se amontonaron alrededor y empezaron a platicar de lo que harían cuando llegaran.

 

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