Tomás Rivera
Como a las cuatro de la mañana se descompuso
la troca. Toda la noche les había hipnotizado el chillido de las llantas sobre el
pavimento. Cuando se detuvo, despertaron. El silencio les avisaba que algo había
pasado. La troca venía calentándose mucho y luego que se pararon y examinaron el
motor se dieron cuenta de que casi se les había quemado el motor. Ya no quiso arrancarse.
Tendrían que quedarse allí hasta que amaneciera completamente y luego podrían pedir
un levantón para el siguiente pueblo. Dentro de la troca la gente de primero se
había despertado y luego se cruzaron varias conversaciones. Luego en lo oscuro se
habían empezado a cerrar los ojos y se puso todo tan silencio que hasta se oían
los grillos. Unos estaban dormidos, otros estaban pensando.
–de abuena suerte que se paró aquí la troca. Me dolía mucho el estómago desde
hace rato pero cuando hubiera llegado a la ventana para avisarles hubiera tenido
que despertar a una cantidad de gente. Pero, todavía no se ve nada, casi. Bueno,
me voy a bajar a ver si encuentro alguna labor o un diche donde pueda ir para afuera.
Yo creo que me hizo mal el chile que me comí, tan picoso que estaba, y por no dejarlo.
Ojalá y la vieja vaya bien allí con el niño cargado.
–Este chofer que traemos este año sí es de los buenos. Le da parejito. No
se para para nada. Nomás echa gasolina y dale. Ya llevamos más de veinte y cuatro
horas de camino. Ya debemos de estar cerca de Dimoins. Cómo quisiera sentarme un
ratito siquiera. Me abajara y me acostara al lado del camino pero no sabe uno si
hay alguna víbora o algún animal. Antes de dormirme parado sentía que se me doblaban
las corvas. Pero, yo creo que se acostumbra el cuerpo luego, luego porque ya no
se me hace tan duro. Los niños sí se han de cansar yendo allí paraditos. Ni de dónde
cogerse. Uno de grande siquiera puede cogerse del barrote del centro que detiene
la lona. Y no vamos tan apretados como en otras. Yo creo que a lo más llevaremos
unas cuarenta personas. Recuerdo una vez, cuando vine con aquel montón de mojados,
éramos más de sesenta. No pódía uno ni fumar.
–Pero qué vieja tan más bruta. Cómo se le pone a tirar la mantilla allá delante
de la troca. Se vino resbalando por toda la lona y de abuenas que traía anteojos
si no hasta los ojos me los hubiera llenado de cagada. Qué vieja tan bruta. ¿A quién
se le pone hacer eso? ¿Qué no se le alcanzaba que iba a volar todo el mugrero para
los que veníamos parados? ¿Por qué no se esperaba hasta que llegáramos a alguna
estación de gasolina y el no haber dejado allí todo el mugrero?
–Se quedó el negrito asustado cuando le pedí los 54 jamborgues. A las dos
de la mañana. Y como entré solo en el restaurante y muy seguro no vio que se paró
la troca cargada de gente. Nomás se le saltaron los ojos… at two o’clock in the
morning, hamburgers? Fifty-four of them? Man, you must eat one hell of a lot. Es
que la gente no había comido y dijo el chofer que para no parar tanto y gastar tanto
tiempo, que sólo uno se abajara y pidiera para todos. Se quedó asustado el negrito.
No me podía creer lo que le había pedido. Que quería 54. A las dos de la mañana
y con hambre se puede uno comer muy bien los jamborgues.
–¡Éste es el último pinche año que vengo para acá! Nomás que lleguemos al
rancho y me voy a ir a la chingada. Me voy a ir a buscar un jale a minneapolis.
¡Pura madre que vuelvo a tejas! Acá siquiera se puede ganar la vida de mejor manera.
Voy a buscar a mi tío, a ver si me consigue una chamba en el hotel donde él trabaja
de belboy. A lo mejor me dan quebrada allí o en otro hotel. Y luego a las bolillas
nomás de conseguírmelas.
–Si nos va bien este año a ver si nos compramos un carrito para ya no andar
así como vacas. Ya están grandes las muchachas y ya les da pena a las niñas. A veces
hay buenas compras por allí en los garajes. Voy a hablar con mi compadre, él ya
conoce algunos de los viejos que venden carros. Me voy a conseguir uno que me guste
aunque esté viejo y de segunda mano. Ya estoy cansado de venir para acá en troca.
El compadre se llevó buen carro el año pasado. Si nos va bien en la cebolla, me
compro uno que esté a lo menos pasadero. Enseño a m’ijo a manejar y él se lo puede
llevar hasta tejas. A ver si no se pierde como mi sobrino, por no preguntar fueron
a dar a nuevo méxico en lugar de a tejas. O si no le digo a Mundo que lo maneje
y no le cobro el pasaje. A ver si quiere.
–con el dinero que me prestó el señor tomson tenemos para comer a lo menos
unos dos meses. Para entonces nos llega el dinero del betabel. A ver si no nos endrogamos
mucho. Me emprestó doscientos pesos pero para cuando paga uno los pasajes se le
va la mitad casi, con eso de que ya me cobran por los niños el medio precio. Y luego
cuando regrese le tengo que pagar lo doble. Cuatrocientos pesos. Es mucho interés
pero ni modo, cuando uno lo necesita ni para qué buscarle. Me han dicho que lo reporte
porque es mucho el interés, pero ya tiene hasta los papeles de la casa. Ojalá y
nos vaya bien en el betabel, si no nos vamos a quedar en el aire. Tenemos que juntar
para pagarle los cuatrocientos. Luego a ver si nos queda algo. Y éstos ya necesitan
ir a la escuela. No sé, ojalá y nos vaya bien, si no quién sabe cómo le iremos a
hacer. Nomás le pido a Diosito que haya trabajo.
–pinche vida, pinche vida, pinche vida, pinche vida, por pendejos, por pendejos,
por pendejos. Somos una bola de pendejos. Chingueasumadre toda la pinche vida. Ésta
es la última vez que vengo así como una pinche bestia parado todo el camino. Nomás
que lleguemos me voy a minneapolis, afuerza hallo allí algo que hacer donde no tenga
que andar como un pinche buey. Pinche vida, un día de estos me la van a pelar todos.
Chinguesumadre, por pendejo.
–pobre viejo ha de venir bien cansado ya, parado todo el viaje. Hace rato
lo vi que iba cabeceando. Y ni cómo ayudarle con estos dos que llevo en los brazos.
Ya quisiera que hubiéramos llegado para acostarnos aunque sea en el piso bien duro.
Estos niños son puro trabajo. Ojalá y le pueda ayudar con algo en la labor pero
se me hace que este año, con estos güerquitos, no voy a poder hacer nada. Les tengo
que dar de mamar cada rato y luego que están muy chicos todavía. Que ya estuvieran
más grandecitos. Comoquiera le voy a hacer la lucha para ayudarlo. Aunque sea en
ratitos. Ah qué mi viejo, apenas están chiquititos y él ya quisiera que fueran a
la escuela. Ojalá y le pueda ayudar. Dios quiera y le pueda ayudar.
–De aquí se ven a toda madre las estrellas. Parece que se bajan a tocar la
lona de la troca. Bueno, ni parece que hay gente dentro. Casi no hay tráfico a esta
hora. De vez en cuando pasa un tráiler. Lo silencio de la madrugada hace que todo
esté como de seda. Y ahora, ¿con qué me limpio? ¿Por qué no sería mejor todo el
tiempo de madrugada? Aquí vamos a estar hasta el mediodía, de seguro. Para cuando
consigan ayuda en el pueblo y luego para cuando arreglen el motor. Que se quedara
de madrugada ni quién dijera nada. Voy a estar viendo el cielo hasta que se desaparezca
la última estrella. ¿Cuántos más estarán viendo la misma estrella? ¿Cuántos más
estarán pensando que cuántos estarán viendo la misma estrella? Está tan silencio
que hasta se me parece que los grillos les están hablando a ellas.
–Chingada troca, ya es pura mortificación con esta troca. Cuando lleguemos
ahí la gente que se las averigüe como pueda. Yo nomás la voy a repartir a los rancheros
y me voy a la chingada. Además no tenemos ningún contrato. Ellos se podrán conseguir
con quién regresarse para tejas. Vendrá alguien de seguro y se los levanta. El betabel
ya no deja nada de dinero. Lo mejor es regresarme a tejas nomás que deje a la gente
y a ver cómo me va cargando sandía. Ya mero se llega la sandía. Y ahora falta que
en este pinche pueblo no puedan componer la troca. ¿Y entonces qué chingaos hago?
Nomás que no me vaya a venir a joder la chota a que me mueva de aquí. Ya ni la jodieron
en aquel pueblo. Si ni nos paramos y como quiera vino la chota y nos alcanzó para
decirnos que no quería que nos quedáramos allí. Yo creo nomás quería aventarse con
los del pueblo. Pero si ni nos paramos en su pinche pueblo. Cuando lleguemos, nomás
que los reparta y me devuelvo. Cada quien para su santo.
–cuando lleguemos a ver si consigo una cama buena para mi vieja, ya le molestan
mucho los riñones. Nomás que no nos vaya a tocar un gallinero como el del año pasado
con piso de cemento. Aunque le echábamos paja ya nomás que entre el frío y no se
aguanta. Por eso me entraron pesado las riumas a mí, estoy seguro.
–cuando lleguemos, cuando lleguemos, ya, la mera verdad estoy cansado de
llegar. Es la misma cosa llegar que partir porque apenas llegamos y… la mera verdad
estoy cansado de llegar. Mejor debería decir, cuando no lleguemos porque esa es
la mera verdad. Nunca llegamos.
–Cuando lleguemos, cuando lleguemos…
Los grillos empezaron a dejar de chirriar
poco a poco. Parecía como que se estaban cansando y el amanecer también empezó a
verificar los objetos con mucho cuidado y lentamente como para que no se diera cuenta
nadie de lo que estaba pasando. La gente se volvía gente. Empezaron a bajar de la
troca y se amontonaron alrededor y empezaron a platicar de lo que harían cuando
llegaran.
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