Queta Navagómez
Era
un sapo de tonalidades castañas, blando cuerpo y sangre fresca, acostumbrado a
las alfombras de helecho y musgo. Incansable buscador de sombra, al que le daba
lo mismo dormitar entre la humedad de las cortezas, o enterrado en el lodo del
pantano. Amante de las zambullidas en arroyos y charcos. Barro saltarín que
jugaba a quedarse quieto entre las cañas, cuando el aire de la tarde hacía
silbar los carrizales. Anfibio satisfecho de croar mientras las estrellas se
desleían sobre el espejo del remanso. Batracio despreocupado y feliz… hasta que
una bruja… lo convirtió en príncipe.
No hay comentarios:
Publicar un comentario