Juan José Arreola
Dos puntos que se
atraen, no tienen por qué elegir forzosamente la recta. Claro que es el
procedimiento más corto. Pero hay quienes prefieren el infinito.
Las
gentes caen unas en brazos de otras sin detallar la aventura. Cuando mucho,
avanzan en zigzag. Pero una vez en la meta corrigen la desviación y se acoplan.
Tan brusco amor es un choque, y los que así se afrontaron son devueltos al
punto de partida por un efecto de culata. Demasiados proyectiles, su camino al
revés los incrusta de nuevo, repasando el cañón, en un cartucho sin pólvora.
De
vez en cuando, una pareja se aparta de esta regla invariable. Su propósito es
francamente lineal, y no carece de rectitud. Misteriosamente, optan por el
laberinto. No pueden vivir separados. Esta es su única certeza, y van a
perderla buscándose. Cuando uno de ellos comete un error y provoca el
encuentro, el otro finge no darse cuenta y pasa sin saludar.
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