Juan José Arreola
Haga correr dos
rumores. El de que está perdiendo la vista y el de que tiene un espejo mágico
en su casa. Las mujeres caerán como las moscas en la miel.
Espérelas
detrás de la puerta y dígale a cada una que ella es la niña de sus ojos,
cuidando de que no lo oigan las demás, hasta que les llegue su turno.
El
espejo mágico puede improvisarse fácilmente, profundizando en la tina de baño.
Como todas son unas narcisas, se inclinarán irresistiblemente hacia el abismo
doméstico.
Usted
puede, entonces ahogarlas a placer o salpimentarlas al gusto.
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