Henri Pierre Cami
Había una vez un joven que estaba muy celoso de una muchacha bastante voluble.
Un día le dijo:
–Tus ojos miran a todo el mundo.
Entonces, le arrancó los ojos.
Después le dijo:
–Con tus manos puedes hacer gestos de invitación.
Y le cortó las manos.
“Todavía puede hablar con otros”, pensó. Y le extirpó
la lengua.
Luego, para impedirle sonreír a los eventuales admiradores,
le arrancó todos los dientes.
Por último, le cortó las piernas. “De este modo –se
dijo– estaré más tranquilo”.
Solamente entonces pudo dejar sin vigilancia a la joven
muchacha que amaba. “Ella es fea –pensaba–, pero al menos será mía hasta la muerte”.
Un día volvió a la casa y no encontró a la muchacha:
había desaparecido, raptada por un exhibidor de fenómenos.
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