viernes, 19 de agosto de 2022

Brif, bruf, braf

Gianni Rodari

 

En un tranquilo patio, dos niños estaban jugando a inventarse un idioma especial para poder hablar entre ellos sin que nadie más los entendiera.

–Brif, braf –dijo el primero.

–Braf, brof –respondió el segundo.

Y soltaron una carcajada.

En un balcón del primer piso había un buen viejecito leyendo el periódico, y asomada a la ventana de enfrente había una viejecita ni buena ni mala.

–¡Qué tontos son esos niños! –dijo la señora.

Pero el buen hombre no estaba de acuerdo:

–A mí no me lo parecen.

–No va a decirme que ha entendido lo que han dicho…

–Pues sí, lo he entendido todo. El primero ha dicho: “Qué bonito día”. El segundo ha contestado: “Mañana será más bonito todavía”.

La señora hizo una mueca, pero no dijo nada, porque los niños se habían puesto a hablar de nuevo en su idioma.

–Maraqui, barabasqui, pippirimosqui –dijo el primero.

–Bruf –respondió el segundo.

Y de nuevo los dos se pusieron a reír.

–¡No irá a decirme que ahora los ha entendido! –exclamó indignada la viejecita.

–Pues ahora también lo he entendido todo –respondió sonriendo el viejecito. El primero ha dicho: “Qué felices somos por estar en el mundo”. Y el segundo ha contestado: “El mundo es bellísimo”.

–Pero ¿acaso es bonito de verdad? –insistió la viejecita.

–Brif, bruf, braf –respondió el viejecito.

 

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