Gabriela Aguilera V.
Así los encontraron, diecisiete años después,
en un pueblo costero del norte. Los habían metido en sacos, luego de vendarles los
ojos y dispararles de frente y de espaldas. Los ejecutores ni siquiera les dieron
la oportunidad de quedar mirando el mar y los arrojaron en la fosa de dos metros
de profundidad. Permanecieron sumergidos en la oscuridad y la sal. Pero los muertos
que no son olvidados insisten en aparecer, y cuando salieron a la luz, el grito
que permaneciera coagulado en sus bocas después de la última ráfaga se escuchó en
todo el país acribillado.
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