Manuel Mejía Vallejo
No
estaba completamente solo porque frente a él colgaba el espejo. Y aunque su
imagen le daba otra sensación de lejanía, había algo de vecindad en la sonrisa
moribunda que ponía frente a la superficie cristalizada.
–Creo que crece más la del espejo –dijo, mirándose
en él, pensando en la sonrisa botada.
–La del espejo cree lo mismo.
–Alguna de las dos está mintiendo.
Se congeló la mirada.
–¿La mirada de ella, o la del espejo?
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