Andrea Maturana
Lo conoció una noche en el bar. Desde
entonces se sientan a la misma mesa.
–Cuidado, porque vengo
de otra parte.
–No importa de dónde
vengas.
Se toman de las manos,
se observan.
Tanto tiempo sin amar;
ya casi no recuerdan.
Ella elige un día. Lo
arrastra hasta su puerta.
–No insistas.
–Quiero que vengas.
La sigue y ambos entran.
Ella se desnuda, se
le acerca.
Él se deja tomar por
ella la cabeza, se deja acariciar, la observa.
Ella sonríe hasta que
llega a su frente. Se detiene allí, tuerce la mueca.
–¡Qué es esto! ¡Quién
eres!
Siente dos cuernos que
la aterran.
–Te dije que era de
otra parte, contesta.
Y la ve cómo se chamusca,
cómo se quema.
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